«DOS AMIGOS QUE SE CUENTAN SECRETOS»


Benedicto XVI, cuyo nombre secular es Joseph Ratzinger, fue el Papa de la Iglesia Católica desde el año 2005 hasta su renuncia en 2013. Benedicto XVI es reconocido por el énfasis hecho en la relación armoniosa entre la fe y la razón, así como por su apertura al diálogo entre la ciencia y la fe. Abogó por una visión complementaria entre ciencia y fe. Reconoció el valor de la ciencia en la exploración del mundo natural y alentó a los creyentes a no ver la ciencia como una amenaza, sino como una herramienta para comprender mejor la creación de Dios. Animó a que la fe y la razón se complementaran mutuamente, sosteniendo que ambas buscan la verdad. Defendió la importancia de la razón en la búsqueda de la verdad y la comprensión de la fe. Sostenía que la razón no debería ser excluida en cuestiones religiosas, sino que, más bien, debería ser utilizada como un medio para profundizar en la comprensión de las verdades de la fe. Argumentaba que la fe no contradice la razón, sino que la enriquece. Abogó por un diálogo abierto entre la ciencia y la fe. Reconoció que la ciencia y la fe pueden tener diferentes ámbitos de competencia, pero que no deberían estar en conflicto. Defendió un entendimiento más profundo y respetuoso entre ambas disciplinas, promoviendo la idea de que ambas buscan la verdad y pueden coexistir armónicamente.
En muchos momentos de la historia, lo grande nace de la creatividad de los ancianos. Así imagino los últimos años de su vida, retirado en un pequeño convento intra muros del Vaticano: 

En su corazón, resonaban las palabras de antiguos textos sagrados que hablaban del del sueño amoroso del creador del universo. Pero la mente del anciano también estaba llena de las maravillas descubiertas por la ciencia, esas revelaciones que desentrañaban los secretos del cosmos con una lógica fría y meticulosa. En su soledad, se dio cuenta de la necesidad de un diálogo íntimo entre estas dos voces aparentemente divergentes: la ciencia y la fe. La ciencia, con su mirada aguda y sus instrumentos precisos, le había permitido al anciano desentrañar los hilos invisibles que tejían la realidad. Pero también entendía que la ciencia no podía responder a las preguntas más profundas que habitaban en el corazón humano. No podía explicar el propósito último de la existencia ni ofrecer consuelo en medio de la adversidad. La fe, por otro lado, le había proporcionado al anciano la luz que guiaba su alma a través de los oscuros valles de la vida. Pero reconocía que la fe desprovista de razón podía caer en la superstición, cerrando las puertas a la maravilla del conocimiento científico. La fe necesitaba la compañía de la razón para mantenerse robusta y arraigada en la realidad tangible.

Yo quiero volver a ser un niño y que me expliquen de este modo las cosas: "¿Ves esas estrellas allá arriba? Cada una de ellas es como un pequeño misterio en el universo. La ciencia, con su magia especial, nos ayuda a entender cómo brillan y por qué están ahí. Los científicos son como exploradores que nos cuentan historias asombrosas sobre el espacio y las estrellas. Pero, ¿sabes qué? Hay algo más que no pueden explicar solo con números y ecuaciones. Imagina que las estrellas son como destellos de la imaginación de Dios. La fe es como tener un amigo invisible que nos ayuda a entender por qué es tan especial cada estrella. La ciencia y la fe son como dos amigos que se cuentan secretos: la ciencia nos cuenta cómo funcionan las cosas, y la fe nos ayuda a descubrir por qué son tan increíbles."

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