«FLORES, FLOREROS Y ESPONJAS»


He asistido a lo que podría calificarse de un seminario intensivo de elaboración de ramos de flores. O sea, he sido testigo del proceso de elaboración de un esfuerzo estético por decorar el presbiterio de una ermita con flores para la fiesta de su titular. Es todo un proceso de composición que tiene en cuenta detalles que pasarían desapercibidos si no estamos atentos. El resultado es asombroso. La combinación de colores, tamaños, tipos y formas hacen, en su conjunto, que un ramo resulte un espectáculo multicolor que alegra al que contempla y suma cuando deseamos hacer fiesta. 

Mientras observaba el avance del proceso, no sé or qué comencé a sentir pena por uno de los elementos -imprescindible- de cada uno de los ramos. Sentí compasión por la esponja ahogada en agua durante más de veinticuatro horas, cortada y troceada para que cupiera en el jarrón, sobre la que se clavan, en distintas direcciones, los tallos de las distintas flores. Al final, la esponja sostiene y mantiene hidratada las flores, pero su labor es ocultada con hojas verdes y frondosas que tienen, precisamente, el objetivo de esconder la tarea de la esponja. 

Me pareció una historia triste. Precisamente lo que sostiene regido y hermoso el ramos de flores queda ahogado en la oscuridad del jarrón y ocultado como si su presencia afeara el resultado final. No creo que haga falta mucho esfuerzo para realizar un trasvase a la convivencia en sociedad para descubrir con cierta velocidad la presencia de personas flores, floreros y esponjas. A quienes les sobra la belleza de sus competencias y capacidades; a quienes le debemos su organización estética y funcional y, por últimos, las que son imprescindibles y actúan en lo oculto de la realidad posibilitado que todo funcione. Nadie les aplaudirá, pero sin ellas no habrá aplauso posible. Nadie las contemplará, pero sin ellas nadie podrá contemplar realidad alguna. Personas esponjas que refrescan, hidratan, sostienen, mantienen, consolidan y generan que la realidad sea buena para todos. 

¿Quién no conoce un puñado de personas que hacen posible que las cosas salgan y sean posible? Con discreción son quienes friegan los platos al final de una fiesta de familia. Tuvieron en cuenta llevar las bolsas de basura a aquella chuletada en el monte. Abrieron su bolso y sacaron un paquete de pañuelos de tirar en el duelo de un familiar o de un amigo. No llaman la atención, no buscan protagonismo, parece que no están, y sin embargo hacen posible que todo salga bien. Hombres y mujeres esponjas, empapados de fraterno espíritu de servicio. 

¡Cuántas misioneras de la Caridad sostuvieron con su silencioso trabajo la obra de la Madre Teresa de Calcuta! Escribían las cartas, organizaban la despensa, transcribían los escritos y distribuían los libros. De ellas nada se sabe. Sin ellas no hubiéramos conocido a la Santa de Calcuta. Me gusta mucho el detalle que suele tener nuestro Obispo al inaugurar una obra en un templo, bien porque se construye o porque se reforma; suele invitar a la empresa y a los trabajadores a la inauguración. 

Porque sin esponjas no se puede hacer un ramo de flores.

Comentarios

  1. Bonita reflexion. Soy florista y nunca me había imaginado está comparación. Gracias

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