«TODO TIENE UNA VEZ PRIMERA»


Mi madre vendió la casa en la que nací. Una casa de autoconstrucción hecha por mi padre que gastaba su tiempo libre amasando con sudor, y poco a poco, como se hacían las cosas entonces, el cemento y la arena que amalgamó pasillos y habitaciones. Al ponerla a la venta hubo que recoger recuerdos que colgaban en las paredes o se escondían en los armarios. Desde hace unos meses cuelga en la puerta de mi despacho la cruz de madera, de casi quince centímetros, que colgó hace tantos años de mi pecho al hacer la primera Comunión. 

En estos días en los que tantos niños la están haciendo en tantas iglesias de nuestra geografía, la cruz se me ha revelado evocadora. De eso hacen casi 48 años. En aquella ermita del Cristo del Calvario, a la entrada del casco de Icod de los Vinos, al fondo de la escalinata y su jardín, un viernes del mes de mayo, don Valentín Marrero, puso en mis labios la primera comunión. 

Ese momento tiene la importancia que le demos al hecho creído de una presencia que alimenta el alma. Un “haced esto en memoria mía” que nos empuja a volver diariamente al Cenáculo en el que ocurrió por primera vez el acontecimiento. Y cuando el uso de razón, o la edad de la discreción, lo hace posible, nos dejamos invadir por su presencia celebrada, acogida, comulgada para nuestra santificación. Lo recuerdo con mucho cariño. 

Todo tiene una vez primera. Estrenar una experiencia es dejar que la novedad nos construya. Dejarnos sorprender por lo real que acontece delante de nosotros ofreciéndonos ocasión de despertar un poco a nosotros mismos. La primera vez que entramos en el colegio, la primera vez que nos enamoramos, la primera vez que nos dejaron entrar solos al cine, las primeras veces de nuestra vida… 

Y pasado el tiempo, la primera vez que en una tienda nos dijeron “caballero”, o “qué desea señor”, y sorprendidos pensábamos que hablaba de otra persona. Todo tiene una vez primera que hemos de estrenar dejándonos enriquecer por ello. 

Incluso habrá una primera vez en la que conjuguemos en primera persona el verbo morir. Por eso, porque todo ocurrirá por primera vez, es por lo que debemos conjugar el verbo vivir mucho y apasionadamente. En estos días en los que hemos sentido la muerte de Antonio Gala, el poeta enamorado de amores imposibles, escuché una frase, de esas tan profundamente hermosas con las que dejaba huella en quienes le escuchaban, que me dejó conmovido: “Toda la belleza cabe en una única flor”. 

Toda la experiencia religiosa que un cristiano puede experimentar cabe en una celebración. Para mí así ocurrió. Todo cabe dentro de una caja de sorpresas. 

Este fin de semana, solo mental y emocionalmente, he vuelto a la ermita del Calvario. Ellos estaban conmigo en Santo Domingo de La Laguna, pero yo tenía la memoria y el alma allá, al fondo del jardín al que se accede por las escalinatas que sostienen la parada de taxis de la entrada al casco de la ciudad de Icod de los Vinos. Ellos veían mi rostro, pero yo miraba a don Valentín. Y ellos y yo nos sorprendíamos por esta nueva primera experiencia de acoger en nosotros al autor de la Vida. 

Todo ocurre un primera vez.

Comentarios

  1. Me gustó mucho, me ha hecho recordar cuando trabajaba por esa zona.
    El Calvario la parada de taxi, Santa Barbara El Amparo los dos barrios con sus iglesias....

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  2. Que bonita experiencia y sorpresa...mi padre iba a misa alli en sus tiempos de nino y mozo. Gracias x traermelo de vuelta en recuerdos. Te quiero Delegado

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