Canarias-Diario. OPINION: «LA AMISTAD SOCIAL»

Asistimos a un evento social muy sensible y capaz de despertar en nuestra sociedad lo mejor y lo peor que tenemos dentro. Un número muy grande de personas venidas de manera irregular, por avión o por patera, han llenado los muelles, numerosos hoteles y, a partir de ahora, de los centros de estancia temporal que ha preparado en Gran Cañaría y en Tenerife el ministerio de Migraciones del Gobierno de España. Sabemos que ellos están entre nosotros, pero su intención es llegar a territorio continental. Pero, por lo que sea, estemos o no de acuerdo, están aquí.

Todos hemos escuchado comentarios sobre la posible y supuesta conflictividad social que amenaza nuestra sociedad con un número tan grande de inmigrantes. No hace mucho me decía alguien la rabia interior que sentía cuando ve lo que se gasta la administración en ellos y las dificultades que encuentran las personas que han devenido en una situación de exclusión como consecuencia del cierre de la empresa en la que trabajaba. Es complicado entender esta realidad. Y la incomprensión suele despertar posturas de rechazo.

Ya hemos contemplado, a través de los medios de comunicación, no pocos episodios de rechazo, más o menos violentos, en relación a las personas inmigrantes. Y, sin ánimo de ser juez, aunque no estemos de acuerdo con las decisiones políticas, hemos de rechazar cualquier forma de racismo, de desprecio a una persona por razón de su origen, situación o cultura.

Hay que ampliar el zoom de nuestra mirada. Si están aquí es porque el lugar del que vienen es peor que la situación que encuentran. No podemos olvidar que el mundo es mucho mayor que nuestra región. Que existe una humanidad muy amplia que padece y huye de los conflictos y dificultades de su tierra natal. Nadie deja su casa y su tierra si encontrara lo necesario para vivir dignamente. Las migraciones son un asunto global que debe garantizarse con medidas globales. Y es cierto que la solución está en origen.

Pero ellos ya están aquí. Y no podemos ser insensibles con su realidad. Están aquí después de recorrer varios países africanos y pagar, a veces con los ahorros de su familia, un pasaje a alguna mafia que se aprovecha de su ilusión. Los asinan en barcas inadecuadas, algunas de las que no alcanzan nuestra costa o, llegando, han visto morir a compañeros de viaje que fueron enterrados en las aguas del océano. Están aquí.

Si no tenemos solución material para ellos, si les podemos ofrecer acogida y amistad. No son enemigos, son personas en situación administrativa irregular. Solo eso. Personas que quieren trabajar y ayudar a su familia que quedó atrás, sintiendo que tal vez no vuelvan a ver a sus hijos. No podemos dar lo que no tenemos, y si entre nosotros escasea la amistad social, esa que nos hace sonreír al diferente, al que es políticamente distinto, esa que lima las crispaciones, entonces no la podremos ofrecer. Tal vez cuidar la amistad social sea tan importante como acoger al inmigrante.

No olvidemos que por sus venas circula lo mismo que por las nuestras.

No olvidemos que la violencia es un círculo que comienza y es difícil de cerrar.