SOMBRAS DE DRAGO: «DEMOCRACIA Y PARTICIPACIÓN SOCIAL»

Es bueno recordarnos lo obvio. Es bueno siempre, pero hay ocasiones en la que es urgente. Estamos contemplando situaciones en países hermanos en los que vale recordarnos que «la autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común del grupo en cuestión y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos. Si los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia. En semejante situación, la propia autoridad se desmorona por completo y se origina una iniquidad espantosa». No legitiman la autoridad el tiempo en el que se ejerce, sino el contenido de su gestión. Y el bien de todos no depende solo de un día cada cuatro o cinco años en el que introducimos una papeleta en una urna, sino de la participación social y ciudadana durante todos los días de cualquier legislatura.

Sin participación de todos no habrá democracia adecuada para una sociedad sana. La inhibición no es llave que abra puerta alguna en el progreso de un pueblo. La toma de consciencia de la responsabilidad individual en la marcha de lo común hace que todos tengamos una seria y verdadera responsabilidad política.

Cuando decimos el «bien de todos» o el «bien común175, es preciso entender el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección. El bien común afecta a la vida de todos. Exige la prudencia por parte de cada uno, y más aún por la de aquellos que ejercen la autoridad.

Este bien incluye tres elementos esenciales:

1.- Supone, en primer lugar, el respeto a la persona en cuanto tal. En nombre del bien común, las autoridades están obligadas a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona humana.

2.- En segundo lugar, el bien común exige el bienestar social y el desarrollo del grupo mismo. El desarrollo es el resumen de todos los deberes sociales.

3.- El bien común implica, finalmente, la paz, es decir, la estabilidad y la seguridad de un orden justo. Supone, por tanto, que la autoridad asegura, por medios honestos, la seguridad de la sociedad y la de sus miembros.

Por tanto, si toda comunidad humana posee un bien común que la configura en cuanto tal, la realización más completa de este bien común se verifica en la comunidad política. Corresponde al Estado defender y promover el bien común de la sociedad civil, de los ciudadanos y de las instituciones intermedias. Y la comunidad política no son los partidos políticos, sino tú y yo, nosotros todos, que nos corresponsabilizamos del todo desde la participación de cada uno.

Hay quien piensa que merece recibirlo todo dado y regalado. Hay quien se ha frustrado y desanimado ante pequeños o grandes fracaso en su participación. Y la respuesta pasiva y la inhibición convierten a los grupos de poder en tiburones de los peces chicos. La situación de un país depende de todos y cada uno de sus ciudadanos.

Cuentan que la naturaleza quería elegir a su gobernante. Ni la viña, ni la higuera, ni el manzano aceptaron la designación. Tenían mucho que hacer. Al final, tanta dejación e inhibición hizo que fuera la zarza la que asumiera el poder y la naturaleza terminó enredada y asfixiada por su dominio.

¿Nos gobernarán las zarzas? (Jueces 9,6-15)

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