La Carta de la Semana (24/8/2018): "BIENAVENTURANZAS DEL VERANO"

Bienaventurados los nietos que pasan buenas ratos con sus abuelos en verano, porque sabrán lo que es la ternura.

Bienaventurados aquellos niños a quienes la realidad no les priva del amor incondicional y contemplativa de sus abuelos, sin necesidades formales, porque tendrán el complemento generoso a la labor de unos padres que se esfuerzan por educarles.

Bienaventurados aquellos ratos en los que se graba en el alma el rostro de aquellas personas mayores que han escrito la historia que configuró la vida de sus padres, aquellas arrugas que nunca se podrán olvidar y a las que regresará la memoria de esposo niños cuando ya sean mayores.

Bienaventurado el paladar que reconoce las reminiscencias culinarias de los abuelos para quienes nunca comerán los suficiente sus nietos y, terminado aquellos platos exquisitos, siempre resonará la voz inolvidable del "no has comido casi nada".

Bienaventurados quienes reciben la experiencia de su fe renovada en la edad madura y que dibuja la experiencia de un amor a Dios que ni se cansa ni se despista porque habita la ciudad del agradecimiento de cada día que viven, sabiendo que en el silencio las oraciones de los abuelos no olvidarán jamás a sus nietos.

Bienaventurados los recuerdos de la infancia de los padres que nos llegan a través de las noticias rediseñadas para cada momento por los abuelos y le revelan a los nietos que nadie fue siempre adulto y maduro, sino que siempre esconde a un niño entre los pliegues del rostro y detrás de las canas incipientes.

Bienaventurados los olores y sabores de los veranos en los que los abuelos han formado parte de la vida ordinaria que, por su presencia, se recordarán siempre como extraordinarios.

Bienaventurados los abuelos que disfrutan de sus nietos, porque -de ordinario- educaron bien a sus hijos.

Juan Pedro Rivero González
@juanpedrorivero

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