La Carta de la Semana (18/08/2016): "BRILLO EN LA MIRADA"


Hay personas que no necesitan pronunciar un discurso para transmitir, con modo fácil, mensajes cargados de elocuencia. Basta una mirada, una sonrisa, un gesto, para que entremos en el nexo del elocuente discurso que tiene como protagonistas nuestra mirada y su mero discurso facial. Es todo un don de Dios que algunas personas poseen: gritar con la mirada y ser capaces de responder casi sin palabras. En estos últimos días he tenido la ocasión de percibirlo de manera especial. Y reconozco que es un don que yo creo que no poseo, pero que envidio y admiro, de forma rabiosa, en quienes lo poseen.

No es lo mismo que te entreguen 150 gramos de jamón y te indiquen el coste económico como una gestión o transacción comercial a pequeña escala, que te miren y te digan con la mirada que se alegran de poder ofrecerte ese producto, que te desean una buena jornada y se alegran de haberte visto. Al final el euro y medio es el mismo en las dos opciones. Pero la opción B tiene un valor añadido que hace bien tanto a quien pronuncia ese elocuente discurso sin palabras que a quien lo recibe con su mirada.

Ver es una gracia. Pero saber mirar es dirigir con sabiduría la capacidad de ver para observar y captar el brillo de la realidad. Es percibir. Es atisbar.

Recuerdo a un compañero que regresaba de Roma de concluir sus estudios. Nos contaba la experiencia personal que tuvo en el Colegio Español cuando recibieron la visita de Benedicto XVI -Papa entonces- , y el saludo personal que les fue dando a los residentes del Colegio. Me llamó la atención cómo describió la mirada del Papa. “Tiene uno la sensación de que, en ese momento, para él, la única realidad eres tú, y te mira a ti como si fueras el centro de la realidad; te sientes mirado”. ¡Qué dicha! Que cuando dirigimos la mirada a las cosas y personas, especialmente a las personas, las miremos de ese modo: no de paso, superficialmente, sino percibiendo el brillo de la verdad presente en ellas.

Mirar así nos hace bien. Es una forma de anticipar la alegría y la felicidad. Mirar el brillo que tiene la realidad pone brillo en la mirada. Por eso, distinguimos con facilidad a aquellas personas que poseen esa manera brillante de mirar y elocuentes de decirnos que somos y estamos ante sus ojos.

“Los ojos siempre son niños”, decía el abuelo. Brillantes, como la mirada de un niño.

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