La Carta de la Semana (19/11/2015): "NO CREO EN ESE DIOS"

El odio y la guerra, la cerrazón del corazón humano que es capaz de morir matando amparado en una pseudo religión que olvida al verdadero Dios, nos ha hecho ser testigos de nuevo de lo peor de la condición humana, la semana pasada, en París. En ese dios yo no creo. La inteligencia me veta creer en esa caricatura de lo divino.

El Dios en quien creo sufrió en su propia carne el odio, el rechazo y la muerte cruel. En ese otro dios no creo y no creeré jamás. Toda muerte es contraria a su voluntad, porque es el Dios de la vida. No creeré jamás en un dios que obligue a un hombre a acabar con la vida de otro hombre. Más bien, creo en el Dios que nos pide ser protectores de la vida humana, de toda vida humana, aún a riesgo de perder la propia vida. 

No puede ser ni será la venganza la que nos mueva a derramar de nuevo sangre; sólo se justificará por el camino de la protección de la vida por la que una intervención viene siendo ya necesaria. Hemos visto vídeos de asesinatos a cuchillo de numerosas personas, por el pecado de no ser musulmanes. Los hemos visto en las redes sociales hasta el punto de acostumbrarnos a ello y seguir pasivos. Ahora nos despierta la sangre derramada en el corazón de Europa. 

Hay que parar esta locura ya. Hay que hacerlo por amor a la humanidad. No más cuchillos, no más ahogamientos, no más disparos en la nuca, no más... Esta indignidad es un insulto a la condición humana y a la experiencia religiosa sana. Ya está bien. 

Aquellos que armaron las manos de quienes no tienen cabeza deben sentirse obligados a quitárselas para que no sigan dañando, hiriendo, insultando de ese indigno modo a la condición humana. 

La unidad, paz y concordia que el verdadero Dios nos pide construir, tal vez nos exija ya parar las manos asesinas que se creen bendecidas por un dios inexistente. Creer en eso es totalmente inhumano. 

Dice el Corán: "Y combatid por la causa de Dios a quienes os combatan, pero no seáis agresores; porque ciertamente Dios no ama a los agresores”. (2:190)

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