La Carta de la Semana: (05/11/2015): "POLICÍAS Y LADRONES"


Intuíamos el final de aquellas películas en las que el malo era muy malo y el bueno luchaba contra el malo hasta que lo vencía. Los ladrones robaban y la policía los cogía. Era el mismo argumento, con personajes diferentes y en situaciones distintas, pero las películas de policías y ladrones siempre acababan en cárcel. Últimamente son los teóricamente bueno, los responsables de que el bien común se desarrolle y la paz social crezca, quienes acaban en la cárcel. Pero es el mismo argumento: los malos acaban mal.

En este país tan aficionado a calificar a los demás de buenos o malos, nos cuesta la valoración equilibrad. Los empresario, o son muy malos y explotadores, aprovechados, insolidarios…, o son muy buenos, emprendedores, arriesgados, generadores de necesarios puestos de trabajo… Pasa como con los maestros, los abogados, los médicos: o son buenos buenos, o son malos malos. Y resulta que de todo debe de haber en “la viña del Señor”.

Hay buenos y hay malos. Mejor; hay empresas responsables que cumplen éticamente con la justa remuneración de sus trabajadores, que no se aprovechan de sus clientes y abonan los impuestos que benefician al bien común, y hay quienes son capaces de hacerlas quebrar para beneficio personal. Hay de todo. Hay insolidaridad e injusticia y hay compromiso social. Hay, en todos lados y en diversidad de formas, policías y ladrones en la película de la vida social.

Tarde o temprano, por un motivo o por otro, de una manera o de otra, el que obra mal, acaba mal; el que actúa bien, termina bien. Porque, independientemente que creamos o no en la vida eterna y en el Juicio final, “a cada cerdo le llega su sanmartín”, o como decimos en Canarias, “cada palo aguantará su vela”.

Nos recordaban la semana pasada que "las instituciones, los empresarios, los economistas, los organismos financieros y bancarios y todos los sujetos implicados en el mundo laboral tienen la responsabilidad de actuar con ética, honradez y competencia”. Y nos lo decían desde la justa valoración de que todas estas instituciones pueden ser tan buenas para el bien común, como terribles pirañas de la vida social.

En este tema, el papa Francisco sabe lo que dice. Y sufre lo que dice.

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