Desde la Palabra (11/01/2015): “ERES MI HIJO”


La cumple de toda epifanía -manifestación- ocurrió al salir del agua del Jordán Jesús. Entonces, así lo describe el evangelista, Dios se manifiesta en su verdad: el Espíritu desciende sobre Jesús y la voz del Padre declara su filiación divina: “Tú eres mi hijo amado, mi predilecto”. Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo. Y eso lo sabemos no por nuestra inteligencia y búsqueda, sino porque así se reveló; así se manifestó en el tiempo. Hemos conocido la naturaleza divina de Dios, trinidad de personas, porque hubo en Cristo una Epifanía, una manifestación, una revelación. Ese es el don. Ese es el misterio escondido desde siempre, y manifestado en esta etapa final de la historia. El misterio de la Santa Trinidad. El misterio de Dios.

Lo que nosotros afirmamos de Dios no lo hacemos por cuenta propia. Lo hacemos como respuesta al don precioso de su manifestación en Cristo. Nosotros no nos podemos inventar a Dios. Aceptamos a Dios tal y como él se ha manifestado en la historia. Esa es nuestra fe. Y la confesamos domingo tras domingo en el credo: Creo en Dios Padre…; creo en Dios Hijo…; creo en Dios Espíritu Santo. Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia. Por eso, cada vez que nos reunimos los cristianos para celebrar la fe, cualquier celebración litúrgica que celebremos, comenzamos “en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Por eso, cada vez que bendecimos, nos bendicen, lo hacemos “en el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”. Porque esta es nuestra fe. Nuestro Dios es Amor y decimos de Él que es Trino. No decimos ya, como los judíos, Yahve o Jeová, como si fuese una sola persona. Decimos Padre. Y decimos Padre porque tiene un Hijo y porque nos ha regalado la fuerza del Espíritu. No decimos Alá, como los musulmanes, como si fuese un monoteísmo monárquico y absolutamente individual; decimos Padre. Dios mi Padre, mi Hermano, mi Santificador. Dios que se la manifestado en la historia y en el tiempo. Dios amigo, cercano, comunión de personas, familia divina, espacio en el que podemos habitar.

Nosotros también lo hemos oído. Nosotros también hemos atravesado por el bautismo las aguas de este Jordán de la Iglesia, con Cristo, y la fuerza del Espíritu se ha derramado en nuestros corazones para poder confesar a Jesús. Y hemos escuchado espiritualmente la voz del Padre sobre nosotros afirmando nuestra identidad: “ERES MI HIJO”.

Termina hoy el Ciclo de Navidad. Y nos quedamos con esa grandiosa certeza que nos alegra y salva: Somos hijos de Dios. Piensen bien esa afirmación que hacemos: Somos hijos de Dios. Igual nos hemos acostumbrado a escucharla y a repetirla. Pero intentemos caer en la cuenta de lo que significa ser hijos de Dios. Pues lo somos. Gracias al sacramento del bautismo somos Hijos de Dios. Nuestra condición de miembros de la Iglesia surge por la gracia de la adopción, de la filiación divina, de esta inserción en la Trinidad de Dios.

¿Qué supone para nosotros ser hijos de Dios? ¿A qué nos invita esta realizad que hoy recordamos al celebrar la Fiesta del bautismo del Señor?

1.- Si somos Hijos, cuidemos nuestra relación con el Padre.

2.- Si somos Hijos, no olvidemos nuestra condición de hermanos.

3.- Si somos Hijos, somos herederos de Dios.

4.- Si somos Hijos, necesitamos la fuerza del Espíritu.

Señor Jesús. Que al ser introducido en las aguas del Jordán nos has revelado el misterio de Dios de forma plena. Envíanos la fuerza del Espíritu para poder seguir confesando al Padre, siguiéndote a ti, el Hijo, y santificando el mundo con la gracia espiritual de la salvación. No permitas que nos acostumbremos a decir que somos “hijos”. Que nos gloriemos de nuestra condición de hijos del Padre, de hermanos tuyos y de templos del Espíritu. Santa María, hija de Dios Padre; Madre de Dios Hijo; esposa de Dios Espíritu Santo. Ruega por nosotros.

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