Desde la Palabra (14/12/2014): "LA ALEGRÍA QUE VIENE DE DIOS"


Domingo Gaudete o domingo de la alegría. Así llamamos a este tercer domingo de Adviento. Una alegría que se manifiesta litúrgicamente al encender la tercera vela de adviento, que ya no es morada. Un nuevo color, un signo que suaviza la gravedad austera del adviento invitando a la alegría y al gozo. Se lo escuchamos decir a San Pablo: "Estad alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres".

No sobran motivos de alegría en estos momentos, en los que sufren tantos seres humanos como consecuencia de actitudes individualistas, egoístas, ideológicas, incluso fanáticas, de otros seres humanos. No hay muchos motivos de alegría humana, ciertamente. Y, además, nos cuesta mirar el lado positivo de la realidad, buscar la bondad de los demás, fijarnos en el brillo del bien y la verdad que habita en la vida de los otros. Nos resulta más fácil la crítica de lo negativo, el chisme o el cuchicheo, que la felicitación y la valoración positiva de los éxitos ajenos. No hay, ciertamente, muchos motivos para la alegros.

Sin embargo, nuestro corazón desea estar contento. La alegría nos conviene. La necesitamos. Estamos hechos para vivir alegres y, aunque cueste o sean pocos los motivos, lo buscamos. Muchos en la narcotizada experiencia de las drogas o el alcohol. Una alegría tóxica, que nuestro corazón apetece, pero que sigue dejándolo con la misma sed de alegría una vez que se pasan los efectos.

¿Dónde encontrar esa alegría? ¿Es posible encontrarla? Sabemos que sí. Juan el Bautista da testimonio de ella. Es una alegría que salpica al cielo desde la tierra. Una alegría que se hace presente entre animales, en un pesebre, envuelta en la debilidad de unos pañales. Es una alegría nacida de mujer. Es Dios que convierte su ternura infinita en una fuente infinita de gozo y de felicidad. Cristo es nuestra alegría. El Espíritu de Dios nos lo despierta por la fe. Los sacramentos nos lo hacen cercano y nos lo posibilitan experimentar. Estás cansado; pues él es tu descanso. Estás enfadado; pues él es reconciliación y paz. Estás agobiado y con sentimientos de culpa; pues él es perdón y misericordia.

La alegría tiene rostro, mis hermanos. Un rostro humano como el nuestro, pero con la profundidad de un Dios que se encarna en nuestra naturaleza. Se ha hecho hombre, para que nosotros podamos alcanzar la naturaleza divina. Se ha hecho debilidad, para concedernos la fortaleza. Del seno de Maria Santísima, nacerá en poco la alegría de anhela nuestro corazón.

Pedirla, procurarla, agradecerla... Eso hemos de hacer. La alegría que viene de Dios hemos de pedirla con la mendicidad de quien necesita ser visitado por dentro con el alivio que viene solo de Dios. Pedirla, suplicarla, solicitarla... Pedir a quienes viven ya la alegría de Dios en la santidad de su presencia que intercedan por nosotros. Pedir que la alegría nos visite. A veces nos quejamos de que nos falta alegría. ¿La pedimos? ¿Le insistimos a Dios que nos la conceda? Pedirla.

Procurarla, trabajarla, buscarla... Hemos de procurar realizar un mundo en el que habite la alegría. No podemos sembrar tristezas en nuestro entorno y quejarnos luego que no estamos alegres. Si siembras alegría, alegría cosecharas. Si siembras desconfianza y tristeza, tristezas cosecharás. Procuremos que cada día haya un mundo menos triste. Que los que nos rodean tengan menos motivos de tristeza.

Y agradecer a Dios el don de su alegría. Esa que se mantiene, aunque tiemble la tierra con sus montañas y la enfermedad y el dolor nos visiten. Gracias Padre por la alegría de tu Hijo Jesucristo.

Santa María, madre de la Alegría que Viene de Dios. Ruega por nosotros.

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