La renuncia de Benedicto XVI ha revolucionado la agenda social, política y cultural de estos días. Algunos acontecimientos como el retorno de la actividad parlamentaria y el final del carnaval han pasado a segundo plano ante esta decisión de un Papa envejecido, frágil y libre. Su decisión no puede pasar desapercibida en una cultura que entroniza, idealiza y rentabiliza la juventud como criterio, canon y medida de libertad.
Esta decisión se ha producido pocas horas más tarde de que el pensamiento español perdiera tres figuras relevantes: Eugenio Trías, Leonardo Polo y José Gómez-Caffarena. En menos de una semana hemos perdido tres personajes que han afrontado de maneras diferentes la creatividad cultural, la soledad, el envejecimiento y la muerte. Los tres lo han hecho en el horizonte de una libertad lúcida, reflexiva, agónica y esperanzadamente humana. Aunque los focos se hayan puesto en la figura del Papa, tenemos la obligación de recordar con agradecimiento a estos personajes que también han envejecido con libertad.
Se equivocan quienes afirmen que son pensadores sin relevancia cultural. Hay una historia oficial y ahora mediática presidida por acontecimientos relacionados con la espuma de la vida pública. El retorno de la vida parlamentaria y el carnaval son dos ejemplos de esta historia oficial de relojes y calendarios. La forma en la que estos personajes han afrontado el envejecimiento indica una intrahistoria de los pueblos que deberíamos dar a conocer con mayor detalle. Es la intrahistoria de unos maestros de talla internacional que han dedicado su vida a la enseñanza, se han jubilado discrétamente y han afrontado los achaques propios de la edad con serenidad ejemplar.
Polo y Trías, maestro y discípulo, han dejado una obra filosófica espectacular. Una obra culturalmente viva porque sus ensayos sobre la historia, el arte, el cine y la música son ejemplo de una encrucijada de disciplinas ajenas al academicismo. Gómez-Caffarena fue mi maestro y durante varios años tuve el privilegio de que me entrenara en el arte de hacer preguntas, oficio complejo en tiempos turbulentos y academias presididas por las modas, la amnesia progresista o el integrismo momificador. Él nos presentó a Zubiri pocos meses antes de que muriera y siempre le agradeceré que prologase ilusionadamente mi primer libro. Después me encontré con él muchas veces y comprobé que cierto envejecimiento no está reñido con la libertad, el sufrimiento, o la alegría.
Agustín DOMINGO MORATALLA Para el viernes 15 de Febrero de 2013, en LAS PROVINCIAS. GRUPO VOCENTO
Esta decisión se ha producido pocas horas más tarde de que el pensamiento español perdiera tres figuras relevantes: Eugenio Trías, Leonardo Polo y José Gómez-Caffarena. En menos de una semana hemos perdido tres personajes que han afrontado de maneras diferentes la creatividad cultural, la soledad, el envejecimiento y la muerte. Los tres lo han hecho en el horizonte de una libertad lúcida, reflexiva, agónica y esperanzadamente humana. Aunque los focos se hayan puesto en la figura del Papa, tenemos la obligación de recordar con agradecimiento a estos personajes que también han envejecido con libertad.
Se equivocan quienes afirmen que son pensadores sin relevancia cultural. Hay una historia oficial y ahora mediática presidida por acontecimientos relacionados con la espuma de la vida pública. El retorno de la vida parlamentaria y el carnaval son dos ejemplos de esta historia oficial de relojes y calendarios. La forma en la que estos personajes han afrontado el envejecimiento indica una intrahistoria de los pueblos que deberíamos dar a conocer con mayor detalle. Es la intrahistoria de unos maestros de talla internacional que han dedicado su vida a la enseñanza, se han jubilado discrétamente y han afrontado los achaques propios de la edad con serenidad ejemplar.
Polo y Trías, maestro y discípulo, han dejado una obra filosófica espectacular. Una obra culturalmente viva porque sus ensayos sobre la historia, el arte, el cine y la música son ejemplo de una encrucijada de disciplinas ajenas al academicismo. Gómez-Caffarena fue mi maestro y durante varios años tuve el privilegio de que me entrenara en el arte de hacer preguntas, oficio complejo en tiempos turbulentos y academias presididas por las modas, la amnesia progresista o el integrismo momificador. Él nos presentó a Zubiri pocos meses antes de que muriera y siempre le agradeceré que prologase ilusionadamente mi primer libro. Después me encontré con él muchas veces y comprobé que cierto envejecimiento no está reñido con la libertad, el sufrimiento, o la alegría.
Agustín DOMINGO MORATALLA Para el viernes 15 de Febrero de 2013, en LAS PROVINCIAS. GRUPO VOCENTO
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