Prisas para morir


Hace unos días, el ministro japonés de Finanzas responsabilizó a las personas mayores de los altos niveles de gasto en el sistema de Seguridad Social. Taro Aso aseguró que los ancianos se ven obligados a vivir cuando quieren morir y cuestionó la necesidad del reanimar o prolongar innecesariamente la vida. Sabía que la medida sería impopular y que no estaba solo en estos ejercicios de racionalización sanitaria. Ya en 1985, un antigo gobernador de Colorado, Richard Lamm, planteó la necesidad de revisar los cuidados terminales en la vejez.

La opinión de Richard Lamm apareció en 1985 en el periódico The Denver Post suscitando una gran controversia. Defendía Lamm que la escasez de recursos, el incremento de la población que se debía atender y el hecho de que los mayores tienen el deber de morir, exige replantear de forma radical el sistema. Tanto uno como otro están incidiendo en la necesidad de establecer límites en sociedades altamente tecnologizadas donde no se sabe cómo abordar los problemas del envejecimiento, la muerte y el final de la vida. Precisamente con el título Poner límites. Los fines de la vida en una sociedad que envejece, apareció un libro del bioeticista norteamericano Daniel Callahan en el que proporcionaba argumentos sólidos para afrontar estas deliberaciones.

Ahora bien, se trata de un ensayo para revisar los planteamientos utilitaristas del gobernador Lamm que siguen siendo válidos para cuestionar los del todavía ministro japonés. Nadie duda de la inteligencia económica de estos personajes, cada vez más frecuentes en nuestras administraciones financieras y culturales, sin embargo, un poco torpes en inteligencia social, emocional y política. A las pocas horas de producirse estas declaraciones, el ministro se vió obligado a rectificarlas en el país más envejecido del mundo. Tendría que haberse dado cuenta de que sus 72 años dotaban de poca credibilidad a sus argumentos y decían poco de su olfato electoral.

Aunque la noticia no ha tenido mucho recorrido, estamos ante uno de los problemas más graves de nuestro sistema sociosanitario. Más que las prisas para morir, los responsables de los sistemas deberían liderar el debate social sobre las posibilidades de afrontar el final de la vida desde la equidad intergeneracional, el equilibrio entre la distribución de recursos, la mejora de los cuidados paliativos y, sobre todo, un cambio cultural donde nadie muera demasiado pronto, demasiado tarde, o demasiado solo.

Agustín DOMINGO MORATALLA Para el viernes 25 de Enero de 2013, en LAS PROVINCIAS. GRUPO VOCENTO

Comentarios

  1. Estoy absolutamente de acuerdo. Sobre todo con esa parte que dice que "nadie muera demasiado pronto, demasiado tarde o demasiado solo/a"

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  2. P.D. Ni eutanasia activa ni desasistencia social

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