"El sueño del celta" de Mario Vargas Llosa: la sorpresa


Describo como sorpresa la sensación que me ha dejado la lectura de la novela de M. Vargas Llosa publicada hace dos años y que no había tenido ocasión de leer hasta este mes de agosto. Sorpresa, no por su buena literatura, que lo esperaba; sino por el contenido desarrollado en las 454 páginas de la edición que poseo. 
Hace un año escuché la valoración de un amigo. "Un alegato a favor de la homosexualidad de un novelista que quiere ganar dinero"; fue su descripción. Hoy sé que aquella valoración fue injusta y falta de rigor; tal vez hecha desde el prejuicio y sin haber abordado la lectura. De ahí mi sorpresa.
Algunos críticos califican la obra como "una novela mayor" del Premio Príncipe de Asturias. Es una buena novela, si se permite mi valoración cargada de desconocimiento literarios; pero aunque uno no sepa los secretos de la elaboración de los caldos, sabe distinguir el buen vino. Creo que esa verdad de experiencia justifica mi valoración de la obra.

Pero más allá de lo literario, quiero compartir el valor humano que desprende, de conocimiento de la realidad que desborda en sus páginas. Es más, incluso las reflexiones filosófica y religiosas que aparecen detrás de los personajes que protagonizan el relato, me ha sorprendido. Un esfuerzo que quiere ser la recreación de la historia de un personaje histórico, considerado como uno de los padres la independencia de Irlanda, vinculado a la defensa de los derechos humanos en el Congo y en la Amazonía peruana en la época del desarrollo de las exportaciones del caucho.

Un hombre -Roger Casement- marcado por una lucha interna entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto. Un hombre que experimentó la debilidad de la condición humana y la atrocidad del pecado y de la miseria de su propia condición. Un hombre que luchó por descubrir al Dios verdadero en aquél ambiente de lucha entre protestantes y católicos; un católico en búsqueda. El hijo católico de una católica que le bautizó a escondidas de su anglicano padre.

¿Qué temas aparecen en la obra y ayudan a reflexionar?

1.- Aparece hasta qué punto el afán de poder es capaz de justificar las atrocidades de países, de hombres y mujeres explotados por el mero afán de tener.

2.- Las injusticias internacionales y la dinámica de las grandes empresas que dibujan un mundo dividido en poderosos y explotados. Un primer mundo que crece a costa de la muerte de un tercer mundo.

3.- El valor de la civilización, de los derechos humanos, del respeto a la identidad de los pueblos y de las minorías. Y en medio de ello, el valor del anuncio del Evangelio, de la misión ad gentes, de la labor de los misioneros en el tercer mundo.

4.- Se describe el dinamismo de la política internacional en una época convulsa para la Europa del entorno de la Primera Guerra Mundial, sus movimientos estratégicos y sus dibujos diplomáticos.

5.- Se describe sobre todo la lucha interior del ser humano. Los interrogantes por el sentido de lo real, por la verdad y la justicia. Cómo se produce en un ser humano el crecimiento personal en medio de búsquedas y anhelos verdaderos.

6.- Se describe la tragedia interior de un hombre marcado por tendencias sexuales contradictorias y que le suponen una lucha sin tregua a lo largo de toda la vida; contra las que pelea sin capacidad de victoria alguna.

7.- Se describe el proceso de conversión que acontece cuando el sufrimiento y el dolor colocan al ser humano frente al misterio; sólo ante el misterio.

8.- Se discute sobre la vida y sobre el morir y la muerte, en una reflexión marcada por los interrogantes más hondos del corazón humano.

9.- Se describe el martirio, la entrega de la vida por ideales altos, valorando positivamente el martirio cristiano y el sentido de la entrega. Se hace una valoración positiva de todos los sacerdotes que aparecen en la novela, sean msioneros o capellanes de la cárcel en la que será ejecutado el protagonista.

10.- Se habla de la vocación sacerdotal, del descubrimiento de la voluntad de Dios, del perdón de los pecados y de la misericordia de Dios.

Podría seguir describiendo elementos de reflexión que se esconden entre las páginas de esta novela. Muchos. Pero no me resisto a transcribir algunos párrafos que justifiquen mi sorpresa. Ahí van:

"La maldad la llevamos en el alma, amigo mío -decía medio en broma, medio en serio-. No nos libraremos de ella tan fácilmente. En los países europeos y en el mío está más disimulada, sólo se manifiesta a plena luz cuando hay una guerra, una revolución, un motín. Necesita pretextos para hacerse pública y colectiva. En la Amazonía, en cambio, puede mostrarse a casa descubierta y perpetrar las peores monstruosidades sin las justificaciones del patriotismo o de la religión. Sólo la codicia pura y dura. La maldad que nos emponzoña está en todas partes donde hay seres humanos, con las raíces bien hundidas en nuestros corazones".

O sobre el tema del encuentro con Dios:

"-Lo que importa ahora, Roger, no es el cardenal Bourne, ni yo, ni los católicos de Inglaterra, ni los de Irlanda -dijo el padre Carey-. Lo que importa ahora es usted. Su reencuentro con Dios. Ahí está la fuerza, la verdad, esa paz que merece después de una vida tan intensa y de tantas pruebas que ha tenido que enfrentar.

-Sí, sí, padre Carey -asintió Roger, ansioso-. ya lo sé. Pero, justamente. Hago el esfuerzo, se lo juro. Trato de hacerme oír, de llegar a Él. Algunas veces, muy pocas, me parece que lo consigo. Entonces, siento por fin un poco de paz, ese sosiego increíble. Como algunas noches, allá en África, con la luna llena, el cielo repleto de estrellas, ni una gota de viento que moviera los árboles, el murmullo de los insectos. Todo era tan bello y tan tranquilo que el pensamiento que me venía a la cabeza era siempre: Dios existe. ¿Cómo, viendo lo que veo, podría siquiera imaginar que no existiera? Pero, otras veces, padre Carey, la mayoría, no lo veo, no me responde, no me escucha. Y me siento muy solo. En mi vida, la mayor parte del tiempo, me he sentido muy solo. Ahora, estos días, me pasa muy a menudo. Pero la soledad de Dios es mucho peor. Entonces me digo: Dios no me escucha ni me escuchará. Voy a morir tan solo como he vivido. Es algo que me atormente día y noche, padre."


O sobre la vocación sacerdotal:

"El caso del padre Carey había sido muy distinto. Su familia, comerciantes acomodados de Limerick, eran católicos de palabra más que de obra, de modo que él no creció en un ambiente religioso. Pese a ello había sentido muy joven el llamado y hasta podía señalar un hecho que, tal vez, había sido decisivo. Un Congreso Eucarístico, cuando tenía trece o catorce años, en que escuchó a un padre misionero, al padre Aloyssus, contar el trabajo que realizaban en las selvas de México y Guatemala los religiosos y religiosas con los que había pasado veinte años de su vida." Habría infinidad de textos. Basten estos para que entiendan por qué digo que "El sueño del celta" me ha resultado una agradable sorpresa.

@juanpedrorivero

Comentarios

  1. Francisco-M. González23 de agosto de 2012, 18:16

    Me motiva a leer la novela.Todos -salvo si hay alguno sin pecado original- somos capaces de los mayores "errores" y "horrores". Por eso tantos necesitamos de la ayuda del la Gracia ¡Incluso lo he experimentado! Gracias por su enseñanza y mucho ánimo para seguir escribiendo.

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  2. Estoy de acuerdo con el análisis que efectúa JUAN PEDRO acerca de la novela de Vargas Llosa, la cual es superior en su estructuración que –por ejemplo y del mismo autor– “La ciudad y los perros” o bien “Conversación en la catedral”, e incluso que la novela histórica respecto a Flora Tristán.

    El que Vargas Llosa haya descrito una de las características del gran luchador por la independencia de Irlanda, su homosexualidad, no le quita nada a Roger Casement, toda vez que lo valora en su justa dimensión, con sus virtudes y defectos (quién no los tiene). Si se hubiera dedicado a describir escenas grotescas propias para personas morbosas, entonces sí podría decirse, como el amigo de JUAN PEDRO que “valora” la publicación como el simple deseo del “novelista que quiere ganar dinero”.

    Haya sido o no homosexual, que sí lo fue aunque no pederasta como señalan sus detractores, hizo más que muchos que se creen hombres de pelo en pecho, siendo que durante más de veinte años luchó contra la explotación de miles de indígenas en el Congo y en las selvas del Putumayo en el Perú, al extremo que el principal esclavista que dirigía la empresa inglesa, el cauchero Julio C. Arana le escribió una carta que recibió días antes de ser llevado a la horca, donde le pedía que dijera toda la verdad, como si esta no hubiera sido escrita y publicada en el libro que para el efecto escribió Casement.

    En el “Epílogo” de la novela hay una gran verdad: “[…] fue uno de los grandes luchadores anticolonialistas y defensores de los derechos humanos y de las culturas indígenas de su tiempo y un sacrificado combatiente por la emancipación de Irlanda. Lentamente sus compatriotas se fueron resignando a aceptar que un héroe y un mártir no es un prototipo abstracto ni un dechado de perfecciones sino un ser humano, hecho de contradicciones y contrastes, debilidades y grandezas, ya que un hombre, como escribió José Enrique Rodó, ‘es muchos hombres’, lo que quiere decir que ángeles y demonios se mezclan en su personalidad de manera inextricable.” (de la edición publicada en México por Alfaguara/ Santillana ediciones, 2010. Página 449).

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