La codicia y el pánico


Invitado para participar en el XX Congreso Anual de la Red Europea para la Ética de los Negocios y Organizaciones, dentro de unos días volverá a Valencia el profesor Stefano Zamagni. Es uno de los economistas europeos de mayor prestigo y el investigador más relevante en la Economía Civil. Sus investigaciones muestran las deficiencias de un paradigma económico que tiene los pies de barro.
 
La Economía civil tiene como finalidad humanizar la economía y proporcionar realismo moral en una actividad humana que ha olvidado sus raíces antropológicas. Este paradigma tuvo su origen en el Tratado del Socorro de los Pobres que Luis Vives ofreció a la Reina Catalina para frenar la pobreza. Además de Vives y cierta tradición erasmista, estas reflexiones fueron desarrolladas por teólogos y juristas de la Escuela de Salamanca. Éticas que no olvidaban los sentimientos morales ni la estructura relacional de los negocios humanos. Los moralistas escoceses las conocían porque llegaron desde Lovaina, Brujas y Amberes. Sirvieron de base para que Adam Smith publicara en 1759 La teoría de los sentimientos morales.

Estas reflexiones fueron olvidadas y desplazadas por el paradigma utilitarista que desarrolló David Ricardo. Con él, el paradigma de los sentimientos, de la reciprocidad, de la relacionalidad y de la confianza es sustituido por el paradigma del cálculo de utilidades. Desde entonces, la ética económica se debate entre la eficiencia (que proporciona el mercado) y la equidad (que proporciona el estado). Algunos economistas del XVIII y XIX se resistieron a esta simplificación y pusieron en marcha organizaciones de ahorro popular y socorro contra los usureros prestamistas (Cajas y Montes de Piedad), sabían que la riqueza de las naciones estaba en sus sociedades, en la confianza y la calidad de las relaciones.

En su diagnóstico, Zamagni recuerda varias causas de la crisis. La primera, que en las tres últimas décadas la economía real se ha sometido a los instrumentos financieros; segunda que la crítica al estado intervencionista no puede ser utilizada para desprestigiar el estado regulador, y tercera, que vivimos en una economía “social” de mercado. Insiste que la eficiencia no es el último criterio de justificación de la economía porque con ello se legitima un modelo de racionalidad donde la codicia instala a la avaricia como virtud cívica. Mientras se mantenga esta matriz cultural, cuando cambia el ciclo económico la codicia es sustituida por el pánico.

Agustín DOMINGO MORATALLA
Para el viernes 1 de Junio de 2012, 
en LAS PROVINCIAS. GRUPO VOCENTO

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