Queridos
amigos:
Se dice en
el refranero español, para
evitar olvidar las raíces que nos
hacen, aquella frase avícola que
dice: "Pronto olvida el gallo que fue pollo". Los años
y los logros personales no deben hacernos olvidar que fuimos bisoños,
que la inexperiencia fue cuna en la que durmió
el deseo de aprender, de crecer, de servir, de ser...
¿Y
por que digo esto? Porque estos días
he escuchado a gente mayor, que cumplía
25 y 50 años de vida
sacerdotal, curas hechos y maduros, de vida larga y servicio fiel, recordar con
añoranza y ternura sus años
de seminario. San Juan de Ávila fue
celebrado por el clero tinerfeño en el
pueblo de Tegueste, y entre gracias y gracias, siempre hubo un recuerdo al
seminario, la casa joven, de la que nacen al presbiterio los curas, poquito a
poco. Y no olvidaron los gallos que fueron pollos.
Esa actitud
se agradece. Porque la grandeza se demuestra cuando no olvidamos las raíces
que nos nutrieron y las fuentes que nos hicieron. No se puede ser gallo sin
cuidar a los pollos, a aquellos que serán
herederos de un ministerio que nos precede y nos trasciende. Celebramos que
somos, sin olvidar lo que fuimos y agradecer que hoy, otros, como ayer
nosotros, arriesguen la vida para continuar la misión.
Pido a Dios
en esta carta, que ninguno olvide nunca, no sólo
que fuimos pollos, sino que, en parte, lo seguimos siendo en la frescura
generosa de quienes vienen detrás, con la
misma fuerza, con los mismos bríos, con los
mismos miedos, que nosotros vivimos cuando éramos
tiernos.
A los
sacerdotes de nuestra diócesis, con
motivo de la fiesta de San Juan de Ávila,
muchas felicidades.
Con
afecto, y como siempre, un amigo
Ir a descargar
Comentarios
Publicar un comentario