Queridos amigos:
Aquel Dia me despertó la primera luz de la
mañana. No había puesto el despertador porque era un día de fiesta y quería
descansar un poco más. La costumbre lo impidió... Qué se le va a hacer. Pero
superé la tentación de maldecir la luz despertadora. En la cama pensaba de
quién era la culpa, del sol que luchaba por iluminar esta parte de la tierra en
el juego cósmico de las rotaciones y traslaciones, o de la ventana de mi
habitación que estaba con la cortina abierta. Creo que me centré en la ventana.
Una ventana no es un error de la pared; es
una posibilidad de vida buscada y necesaria para por ver la realidad. Sin
ventana no habría otro remedio para ver el interior que usar medios
artificiales; y no abría forma de contemplar el exterior sino a riesgo de
romper la protectora pared. Una ventana es una posibilidad de vida. Nos protege
del frío, del viento, pero nos posibilita la luz. ¡Qué buena idea tuvo el que
inventó las ventanas! Con esa tontería en la cabeza me levanté de la cama.
Una persona es un ser para los demás. La
felicidad nos lo exige. Pero podemos ser protectores celosos del bien de los
demás de tal manera que nos convirtamos en muros firmes y cerrados. El bien de
los demás exige el muro, claro, pero también necesita la ventana, que ilumina,
que aclara, que ofrece la posibilidad de encontrarnos con la realidad de la
mano de la misma naturaleza.
Gracias Señor por esta invitación a ser para
los demás ventana de protección y espacio abierto que les invite a contemplar
la realidad con una luz que viene de mucho más allá que yo mismo. Como tú, que
en medio de nosotros nos abres la ventana de la Trinidad.
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