Voy a cerrar mi carta, con la que he intentado poner mi corazón al lado del de ustedes, queridos recién casados que pasaron por situaciones difíciles de crisis, como la separación o el matrimonio civil después de su divorcio.
Desde luego, no pretendo haber entendido lo que está en tu corazón, ni haber dado respuestas a muchas preguntas que tendrían que preguntar.
Sin embargo, creo que hemos podido iniciar un diálogo en el que entender la verdad y el amor el uno por el otro. Espero que sea un diálogo que continúe, con la sencillez y el amor que me han guiado en la redacción de este escrito. Una manera pudiera ser un diálogo con su sacerdote.
Os invito a acudir a ellos, a dialogar con ellos, a tener confianza en ellos. Para algunos de ustedes tal vez no será fácil el reconstruir una relación pacífica con la Iglesia hasta que haya hablado con libertad y sinceridad con un sacerdote de su confianza.
No se trata de preguntar a los sacerdotes para pedirles soluciones fáciles ni atajos superficie. Pídanle a sus hermanos los sacerdotes, que le ayuden a comprender y vivir con la sencillez y la fe, la voluntad de Dios. Ellos saben cómo escuchar la palabra de Dios, que es exigente, pero siempre dadora de vida. Hay ayuda para continuar, incluso en estos momentos, en comunión con la Iglesia.
Siempre en diálogo, que esperamos también sea con las parejas y las familias cristianas. Un diálogo rico en humanidad y fe. Con la capacidad de acoger, de escuchar y de caminar con usted en un camino que todos estamos llamados a andar en la vida: el camino del amor a Dios y al prójimo.
Muchas gracias por acogerme en su casa de verdad.
Rezo con vosotros al Señor que nos conceda a todos vivir, como hermanos y hermanas en la misma Iglesia, la experiencia y el fomento de la consoladora certeza de que "el Señor está cerca del corazón roto" (Salmo 34,19) y que el Su amor está siempre en medio de nosotros.
+ Dionigi card. Tettamanzi
Arzobispo de Milán
Milán, Epifanía del Señor, 2008
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