«SEGUIR JUNTOS DANDO VIDA»


El jueves 13 de marzo hubo en el antiguo Convento de Santo Domingo, en La Laguna, organizada por la Junta de Hermandades y Cofradías de la Ciudad, una mesa redonda sobre donación de órganos y trasplandes. Tuve la oportunidad de participar junto al Jefe de Servicio de Nefrología, a un profesor de la ULL de Ingeniería Química, trasplantado hace 23 años, y al moderador de la mesa, D. Mayer Trujillo, director de la Radio Autonómica de Canaria. Precisamente fue Mayer quien abrió el debate con una pregunta sobre los órganos y la certeza de fe de los cristianos de la resurrección de la carne. Como si preguntara en nombre de aquellos que se plantean si donar los órganos de su cuerpo no supondrá resucitar sin esos órganos o, al menos, qué pasa cuando acontezca lo que la fe confiesa “creo en la resurrección de la carne”. La mesa fue muy interesante y fue más allá de esta peculiar pregunta. La generosidad que supone donar los órganos, la mentalidad cultural que se enfrenta en momentos dolorosos a preguntar a los familiares sobre dicho particular, la escasez de recursos docentes que ofrezcan reflexión al respecto, y un largo etcétera. 

Pero volviendo a la primera pregunta, ¿qué pasa con la vida eterna? El sentido común me ofrece personalmente una cuestión paralela que me hace preguntarme si los ciegos resucitarán incapaces de contemplar el rostro de Dios o si los ancianos serán ancianos por toda la eternidad, o si los bebés abortados nunca serán grandes ante Dios. Y a estas cuestiones, repito con el sentido común, me respondo que un cuerpo sin tiempo ni edad, sin limitaciones espaciales, glorioso y resucitado será otras forma extraordinaria de ser nosotros mismos. Son lógicas estas preguntas, porque no nos contentamos sino con ir hasta el fondo de la realidad y descubrir la verdad, pero a estas cuestiones debemos responder con el don de un pensamiento generoso que nos muestra que los más cercanos amigos no reconocieron de entrada el glorioso cuerpo del que resucitó el primero de todos. La carne gloriosa será, incluso más gloriosa, cuando ha sido donada y ha dado vida a otras personas más allá de la vida personal. Es la vida con mayúsculas que habita más allá de las vidas estrechas en las que cada uno de nosotros vive. 

Ojalá que esta iniciativa de la Junta de Hermandades se continúe en ediciones siguientes y en futuros años ofreciendo esa cultura de la gratuidad en la que se desarrolla este tipo de avances médicos donde sí que la tecnología viene en favor de la sociedad. “Lo que gratis has recibido, dalo gratis”, y no dejes que se pudra debajo de las lápidas que olvidan que somos piezas de un puzzle de comunión increíblemente hermoso. Yo no he elegido las corneas que tengo ni la altura de mi estructura ósea. Lo he recibido gratis. Y en ese reconocimiento de gratuidad se despierta asombrada mi gratitud sabiendo que, también aquí, “lo que no se da, se pierde”

Permítanme terminar con un fragmento de una novela que deberá existir cuando la providencia la haga posible: “Se levantó con cautela, sintiendo la fuerza nueva que recorría sus venas. Caminó hasta la ventana y respiró hondo. El aire parecía distinto. Se preguntó si aquel corazón había amado antes, si había latido de alegría, si había sentido miedo antes de detenerse para siempre. Entonces, sin saber por qué, llevó la mano al pecho y susurró: - Gracias. No era solo un agradecimiento vacío. Era la promesa de vivir de un modo que honrara ese regalo, de hacer que cada latido valiera la pena. Porque en aquel ritmo nuevo, en esa segunda oportunidad, había una historia que debía continuar.”

Comentarios