Este es un tema complejo. No es fácil hablar de él, hacerlo bien y ser bien entendido, porque todos tenemos nuestros criterios sobre lo que es o no es una familia, lo que se debe o no se debe orientar y, la mayor parte de las veces, solemos preferir que nadie se meta en nuestros asuntos. La orientación solo se puede ofrecer a quien la demanda. Como la luz de la nevera, solo se enciende cuando se abre la puerta: sin apertura personal y necesidad sentida, cualquier orientación está llamada a fracasar, como quien regala perlas a quien no reconoce su valor. Pero, de igual modo que existe orientación educativa, y el Estado invierte medios y personas en ayudar a que el alumnado desarrolle sus capacidades de aprendizaje y sus competencias íntegramente, de igual manera que la vida profesional merece que se invierta en la orientación laboral, y el Estado promueve y financia este servicio, haría falta que reconociéramos la importancia que tiene la orientación familiar. Hay estrategias y metodologías, hay herramientas de comunicación y desarrollo personal, muy útiles para que los matrimonios y las familias sean esa célula de la vida social que todos valoramos y anhelamos cuando no existe o existe con dificultades y, sobre todo, para que no deje de ser espacio de felicidad y no cárcel de sentimientos que se han enfriado.
Este año se cumplen 25 años de la creación del Servicio de Atención y Orientación al Matrimonio, la Familia y la Infancia (COF2000) de la Diócesis Nivariense, en San Cristóbal de La Laguna, con vocación de servicio a toda la provincia de Santa Cruz de Tenerife. El mes de abril se celebrará un Congreso en La Laguna que conmemorará esta efeméride bajo el título genérico de “Promoviendo la cultura del encuentro y del cuidado”. El sábado pasado se convocó en Madrid a todos los centros de España con este perfil de orientación familiar para una jornada de formación permanente y cualificación jurídica. Que existen, existen; que prestan su servicio, lo prestan. Que orientan, orientan, ofreciendo posibilidad de convivir mejor y ser más felices en el seno de la familia. Que sean más o menos conocidos, es ya harina de otro costal. Si el matrimonio y la familia se cuidan, entonces cualquier ayuda que sirva para mejorar la convivencia y que la persona alcance su desarrollo integral y haya felicidad, entonces se valorará la orientación familiar. Más allá del reconocimiento está el servicio que prestan estos centros.
Desde una perspectiva práctica, cualquier problema personal afecta a la familia. Porque todos tenemos y somos familia. Cuidar esta dimensión atendiéndola con rigor científico, pero apoyándola desde las certezas del humanismo cristiano, es un valor añadido a la construcción de una sociedad digna de ser transformada. Cuanto se haga en favor de la persona y la familia mejorará la sociedad. Porque no somos suma de individualidades aisladas: somos una red de experiencias de familia que es la altura evolutiva de nuestra naturaleza humana. No vence el más fuerte y más adaptado, sino aquellos que cooperaron en la construcción de un mundo. Y eso ocurre, de manera natural, en la experiencia de familia. Nadie nace por sí mismo y aislado. Todos nos encontramos existiendo en el marco social de una familia.
El invento de la brújula fue un avance impresionante para no perder el destino. La orientación es básica para no equivocar el camino. También la orientación familiar.
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