La imagen de esta semana es inevitable. Para un tinerfeño es del todo lógico que tras las lluvias de invierno, que han sido recientemente generosas, miremos al Teide y nos alegre la mirada la túnica blanca que lo envuelve. “Año de nieves, año de bienes” nos surge en la voz de nuestros mayores. Una imagen extraordinariamente hermosa que nos recuerda el ciclo inevitable del tiempo y sus estaciones. Tiempo de sembrar, tiempo de cosechar, tiempo para todo, pero poco a poco, haciendo posible que todo surja y vuelva, venga y se vaya; empiece y termine. A pesar de este ciclo hermoso, sabemos que la historia no se repite, se reiventa, lanzada como una flecha hacia el futuro. No la entendemos solo como un ciclo, sino como la línea de una promesa, en la certeza de que lo que está por venir es lo mejor. Nieve y Teide, blanca y fría. El rostro de una promesa de esperanza con la que acabará la Semana Santa.
La imagen de esta semana es inevitable. Para un tinerfeño es del todo lógico que tras las lluvias de invierno, que han sido recientemente generosas, miremos al Teide y nos alegre la mirada la túnica blanca que lo envuelve. “Año de nieves, año de bienes” nos surge en la voz de nuestros mayores. Una imagen extraordinariamente hermosa que nos recuerda el ciclo inevitable del tiempo y sus estaciones. Tiempo de sembrar, tiempo de cosechar, tiempo para todo, pero poco a poco, haciendo posible que todo surja y vuelva, venga y se vaya; empiece y termine. A pesar de este ciclo hermoso, sabemos que la historia no se repite, se reiventa, lanzada como una flecha hacia el futuro. No la entendemos solo como un ciclo, sino como la línea de una promesa, en la certeza de que lo que está por venir es lo mejor. Nieve y Teide, blanca y fría. El rostro de una promesa de esperanza con la que acabará la Semana Santa.
Comentarios
Publicar un comentario