«EL PODER DE UNA LÁGRIMA»



Pudiera ser cualquier otro rostro, pero es un rostro de mujer, y la lágrima que resbala por la mejilla de esta mujer, de la que desconocemos la causa que la produce, posee un poder enorme en su brillo y su sentido. Ni siquiera sabemos si es de tristeza o es de alegria; solo sabemos que es una lágrima iniciando su recorrido por la mejilla de una mujer. Si hubiera tristeza o dolor, la lagrima sería un grito de desahogo con la fuerza de quien comparte el latido de su herida; si es alegría lo que se esconde detrás de su mirada, la lágrima nos amplifica la hondura de ese gozo que comparte. Una lágrima es poderosa, como un subrayado en el rostro que nos muestra que hay poderes que se manifiestan derramados. En este tiempo de Cuaresma en el que andamos, la madre de Jesús nos acompaña y ella, que no tiene poder divino, sí que tiene el poder de sus lágrimas. Igual que las nuestras amplifican la emoción que representan, en ella amplifican su intercesión poderosa. El poder conmovedor de una lágrima.


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