«RAQUEL TIENE UN VIÑEDO»


Supongo que todas las personas que leen esta opinión lo saben. Hay una experiencia de sanación de un Síndrome post-traumático que se denomina “El Viñedo de Raquel”. Lleva varias décadas sanando heridas en el mundo y, en nuestra Provincia, alrededor de ocho años prestando un servicio tan sencillo como extraordinario a quienes han sufrido una pérdida -voluntaria o involuntaria- en el proceso de su embarazo. Las huellas traumáticas, tantas veces silenciadas en ese mudo mundo en el que se le impide a las personas que tengan sentimiento de culpa, están ahí, presentes, y dañando la vida ordinaria de las personas que lo sufren. Hay lágrimas que se ocultan y dolores que se sufren por dentro. Con el modelo de Raquel, personaje del Antiguo Testamento, que recorre el viñedo de su padre llorando la pérdida de sus hijos, con el apoyo de un profesional sanitario, la coordinación de una monitora titulada y la colaboración espiritual de un sacerdote, este pasado fin de semana de celebró el Retiro del Viñedo de Raquel. Y hubo fiesta, porque hubo sanación. 

En medio de esta experiencia en la que tuve la suerte de participar, recordaba los duros trabajos en los que mi padre dedicaba tantos tiempos, tantos fines de semana: al cuidado de la viña. En este caso las cepas y parrales de aquellas viñas que producían el complemento del nombre de nuestro pueblo de Icod. Podar, amarrar, despampanar, azufrar y un largo etcétera hasta que uno veía en el lagar cómo iba saliendo aquel hilo de mosto que el tiempo y la fermentación convertirían en vino bueno. Recuerdo que en la tradición oral repetida por mis abuelos, el trabajo de la viña era tan especial y querido por Dios que era el único que dispensaba de acudir a misa el domingo. No sé hasta que punto sería doctrinalmente coherente aquella afirmación, pero lo cierto es que el trabajo de la viña era un trabajo de todo el año y debía ser hecho con no poca delicadeza. 

Así se debe cuidar la vida de las personas, con un trabajo delicado y permanente. Con atención y esmero, pues el vino sabroso de una vida feliz necesita de cuidado, de sanar heridas, de superar tragedias, de sanar experiencias traumáticas. No es espontáneo el resultado y el efecto de la vendimia. No es una mera recolección de lo que la naturaleza, por su misma dinámica, genera. Hace falta cuidado. Y eso es lo que este fin de semana he vivido bajo el nombre sencillo y bíblico de Raquel. 

El aborto es siempre una tragedia. Aunque se considere la única posibilidad, -siempre hay alternativas-, del aborto siempre sale alguien dañado. No solo la vida a la que se le trunca su evolución futura, sino la maternidad y paternidad frustradas e interrumpidas en un proceso psico-biológico que iba disponiendo todo el cuerpo, la mente y el alma de la persona embarazada. Siempre es una pérdida. Aunque desgraciadamente sea una pérdida querida. Siempre es un parón en seco de un cuerpo que evoluciona hacia una nueva situación que le prepara para alimentar y cuidar a otro ser que anida misteriosamente en sus honduras biológicas. Cambia hasta el sistema inmune. Todo cambia para recibir lo que no llegó. Y poca razón tiene quien concluye a tal efecto que “no pasa nada”. Si dices eso es que no has hablado nunca con una mujer que ha sufrido un tipo de pérdida como esta. 

Raquel tiene un Viña, un viñedo pequeño y sencillo en el jardín de su casa. Sus ojos han secado tantas lágrimas y, ahora, con la vitalidad de quien sabe dónde andan los pequeños y cómo están, es capaz de no olvidar y recordar sin dolor la hermosura de su maternidad. Llegaron como madres frustradas y culpables y salieron como mujeres sanas capaces de un amor más grande. Hay dolores tan infinitos que solo los puede sanar la mano infinita de Dios. Y eso es lo que ocurrió, y ocurre siempre que ponemos delante de Él las heridas de nuestra alma. 

Ha sido una dicha ser testigo de tanta alegría; de tanto alivio de pesadas piedras que arrastraban como prisioneras de la propia historia. El vino y la alegría son el la Biblia sinónimos simbólicos.



Comentarios

  1. Solo la mano de un gran sacerdote y una gran persona puede plasmar la esencia del Retiro del Viñedo de Raquel con tanta delicadeza y acierto. Tras este retiro, comienzo una nueva vida dejando atrás muchas heridas que solo he sido capaz de cerrar en este entorno sagrado lleno de amor. Nunca podré agradeceros lo suficiente todo lo que habéis conseguido sanar.

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