«¿QUÉ COSA SON LAS COSAS?»


Es importante preguntarnos por las cosas y las situaciones que rodean y afectan nuestra vida. Vivir conscientemente es vivir dos veces. Es vivir con sentido crítico, interrogando a la realidad y descubriendo, asombrados siempre, la salud de nuestra curiosidad inteligente. Acabo de ver el anuncio de un curso, organizado por Filosofía Fundamental, Centro Autónomo de Investigación y Docencia, que lleva ese título tan sencillo como extraordinario: “¿Qué son las cosas?”. Que las usamos, las contemplamos, nos afectan y le afectamos, nos lo gritan los sentidos. Pero preguntarnos más allá de las apariencias por su verdad última es otra cosa. Y creo que es importante hacernos esta pregunta con relativa frecuencia. Al menos sé que algunos no queremos vivir surfeando la ola de la realidad sin preguntarnos lo que está debajo o más allá de su divertida dinámica. 

Los hay que se contentan con una especulación pramática de la realidad. Algo así como preguntarnos por cuándo cuestan esas cosas en el mercado, quien las vende y através de qué mensajería podemos traerla a casa. Es como cuando nos preguntan quiénes somos y respondemos con nuestra profesión o nuestra tarjeta de visita. La respuesta es verdadera, pero sobrevuela la realidad de lo que somos. Y esa indagación de lo real, siendo responsable con la realidad concreta que somos, y a la altura del momento intelectual que habitamos, es importante hacerla para disfrutar la bella verdad que nos unifica. 

Las cosas las usamos. Las cosas que usamos son objetos. Cada cosa posee una peculiaridad concreta que la hace ser propia y distinta. Hay cosas que están ahí, independiente de mí o de nosotros; otras están ahí como consecuencia de la creatividad mía o nuestra. Una son la deriva natural de la realidad; otras son fabricadas por la pericia técnica humana. Hay cosas que despiertan el asombro y evocan aspectos de nuestro mundo emocional; otras son desagradables, feas o repugnantes. Lo que hace que sean lo uno o lo otro no depende solo de las cosas, depende de mí y de mi relación con ellas. Al final las cosas no son tan independientes y autónomas como pensamos a primera visa: estamos cosidos a las cosas. ¿Tal vez porque nosotros también somos una cosa entre las cosas? Una cosa pensante, cuando menos. 

¿Y todo esto para qué sirve? ¿Para qué darle vueltas a la cabeza interrogándonos de esta manera? ¿Tiene alguna ventaja? Tal vez no, tal vez sí. Lo cierto es que el desconocimiento no es culpable, pero la ignorancia sí. Si podemos responder preguntas, dejar de hacérnoslas no aumenta nuestro desconocimiento, sino nuestra ignorancia. Quienes se contenten con ser relativos mecanos biológicos que funcionan, también relativamente, y desarrollan su función sin más, pues vale. Pero si nuestra condición de conscientes y libres nos importa, saber qué son las cosas nos implica en nuestra identidad. Ser y saber que somos es un plus de valor que conocemos si sabemos lo que somos y quienes somos. 

Perdonen este desahogo. Imagínense si esta disertación es solo con el título del curso que nos proponen, qué no diré cuando lo acabe, si lo acabo. Pero, y es lo importante, preguntarnos por las cosas que nos rodean y no vivir de inercias irracionales hace mejor la sociedad que habitamos.

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