«CONVERSACIONES CON FUTURO»


Solo si tienen futuro, si generan futuro, nuestras conversaciones serán verdaderamente adecuadas. Hablamos poco entre nosotros, pero cuando lo hacemos, la mayor parte de las veces conversamos sobre cuestiones que hacen referencia al pasado: las causas de la situación, los culpables o responsables de las desgracias, etc. Hablamos mucho más del ayer que del mañana. Es tan patético como si un grupo médico solo conversara entre sí sobre los diagnósticos de las personas a las que atienden. Lo que ocurre y la razón por la que ocurre pertenece al pasado. Es importante, claro, pero es pasado. Y solo si aparece la propuesta terapéutica, la conversación termina de tener una utilidad definida. Nuestras conversaciones suelen ser informes del pasado. ¡Cuánto bien nos hace cuando el interlocutor nos orienta o nos infunde motivación! Conversaciones que generan creatividad. Conversaciones con futuro y con dirección de progreso.

¿Y para qué sirve, entonces, la historia? Como en cualquier conversación, la reflexión histórica puede quedarse mirando al pasado. Y está bien, pero es insuficiente. La historia de una institución social también puede hacerse mirando al futuro: una historia con vida. Venir del pasado y alcanzar el presente nos permite iluminar el futuro. Me dijeron hace poco que una persona con una enfermedad crónica solo luchará si tiene un motivo para el futuro. Y esta sociedad está enferma de una excesiva dosis de pasado.

¿De qué hablo cuando hablo y converso con otras personas? Un sencillo análisis al respecto me puede ayudar a descubrir hacia dónde está andando mi existencia. No se trata de olvidar el pasado, porque venimos de allí y es una riqueza de aporte y fundamento; pero no podemos abandonar lo que da dirección y sentido a lo que somos. La esperanza nos ayuda a conversar de manera positiva. Ni edificados sobre la culpa ni sobre la añoranza.

Para no pocas personas, cualquier tiempo pasado fue mejor. Para otros, el pasado fue tan malo que no tienen suficiente tiempo en la vida para narrar tanta maldad sufrida. Ambos, obsesionados por el pasado, lo narran por activa y por pasiva. Una conversación anquilosada y manchada de desesperanza, anidando en formatos de diálogo. Desesperanzando al prójimo para sentir que otros sufren lo que hemos sufrido. Marcados por el "si tú supieras", que sitia al oyente en la inferioridad de no haber tenido la suerte de ese pasado anclado. Podemos imaginar la vida como un circuito cerrado de repeticiones pretendidas o como una flecha que lleva consigo el efecto de una promesa. ¿Hay destino, no solo origen, en nuestra palabra? ¿Hay esperanza en nuestra conversación?

No vamos a excluir aspectos de conversación; es lógico que te cuente lo que ha sido riqueza y aprendizaje en mi vida. Pero de vez en cuando debemos hacer balance, tomar el pulso y preguntarnos, sobre todo, cuál es el contenido de nuestra conversación. Y, tal vez, hacerlo nos ayude a mejorar el hábito de revisar nuestra mochila, tan cargada de las piedras en las que tropezamos…

La Cuaresma, incluso con Ceniza, es un camino de esperanza.

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