La Carta de la Semana (9/2/2018): "EL VALOR DE LA FIESTA"

¡Qué menos que reconocer el valor antropológico de la fiesta en estas fechas previas al Carnaval!

El estresado hombre de hoy, como el de todos los tiempos, necesita del ocio para poder armonizar la satisfacción de sus necesidades materiales con las espirituales; mediante el equilibrio entre trabajo y ocio, entre acción y contemplación, entre el homo faber y el homo lúdicus. La fiesta no es un momento de pérdida de tiempo, sino de una forma distinta de organizar el tiempo. La fiesta responde a la naturaleza del ser humano que, además de un ser creador de mundo, es un corazón deseoso de alegría.

E Papa Francisco nos recordaba en 2015 que la fiesta es un invento divino: «Hoy hablaremos de la fiesta y decimos enseguida que la fiesta es una invención de Dios. Recordamos la conclusión del pasaje de la creación, en el libro del Génesis que hemos escuchado: «Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque en él descansó de toda la obra que Dios había hecho cuando creó» (2, 2-3). Dios mismo nos enseña la importancia de dedicar un tiempo a contemplar y a gozar de lo que en el trabajo se ha hecho bien. Hablo de trabajo, naturalmente, no sólo en el sentido del oficio y la profesión, sino en un sentido más amplio: cada acción con la que nosotros hombres y mujeres podemos colaborar con la obra creadora de Dios.»

Quienes olviden que la persona necesita de la fiesta para completar su identidad y expresar la riqueza de su naturaleza, olvida algo básico.

Pero…

¡Qué inoportuno poner siempre un pero! Pero si peros hay peros ponemos… Son peros lógicos que todos reconocemos con evidencia empírica. ¿Qué peros ponemos a la fiesta?

Tiene peros, trastocar los ritmos vitales haciendo del día noche y de la noche día permanentemente; abrazarse a la monotonía, haciendo siempre lo mismo sin planificar, generando aburrimiento; luchar contra el aburrimiento con el estímulo de las drogas para poder aguantar tantas horas seguidas de ocio; divertirse en soledad, sin el esfuerzo que supone ser capaz de establecer relaciones personales y sentirse solo aunque sea rodeado de muchas personas; vivir y pensar que solo en el tiempo de ocio la persona puede ser feliz; dedicar el tiempo de fiesta exclusivamente a consumir las ofertas que nos hacen como un producto más; pensar que para el ocio hace falta tener mucho dinero y gastar demasiado; ir de acá para allá solo porque no se está bien en ningún sitio; pensar que el ocio es solo del cuerpo y no de otros aspectos personales; y, sobre todo, perjudicar la salud propia y ajena por los exceso. 

Vamos a disfrutar de la fiesta, pero sin peros

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