De Camino (04/12/2014): "CON EL GOZO DE LA FIDELIDAD"


Como todos saben, en el mes de octubre asistimos a la primera parte de la celebración del Sínodo de los Obispos convocado por el Papa Francisco en Roma y cuya segunda parte tendrá lugar el próximo mes de octubre de 2015. El tema central será el matrimonio, la familia y la respuesta pastoral de la Iglesia en este momento. La Pastoral Familiar en el corazón de la nueva evangelización. Al concluir la primera parte, los obispos firmaron un mensaje conjunto que ha sido publicado. Un mensaje a toda la Iglesia pidiendo que recemos y colaboremos con esta experiencia sinodal. En ese mensaje dan gracias a Dios por el testimonio de tantos matrimonios que dan testimonio -y escúchenlo bien- del “gozo de la fidelidad”. Y esa es la propuesta: presentar la fidelidad no como una cruz pesada que aplasta y limita, que asfixia y cansa, sino como un camino de alegría, una experiencia de gran belleza, un itinerario de felicidad. Una familia libre y unida tiene el gozo de la fidelidad.

Pero la fidelidad está en crisis. En la era del usar y tirar, en la era de la comida rápida que te sirven en una cajita, con las salsas dosificada y exactas, que se abre, se usa y se tira…, hablar de fidelidad es muy complicado. En la época de los chichos y chicas “singles”, solteros, solos, es difícil escuchar hablar de fidelidad y constancia, de perseverancia fiel. Es como hablar de un ladrillo gordo y pesado. El individualismo y el relativismo son incompatibles con la cultura de la fidelidad. Nos cuesta a todos. NO estoy hablando para los de fuera, me lo estoy diciendo a mí mismo.

Cuando unos jóvenes miran alrededor no encuentran muchos testimonios de fidelidad. ¿Cuántos celebran ya las bodas de plata de su matrimonio? No hablemos de las de bronce, plata o demás metales preciosos… Y sin embargo, anhelan en su corazón un amor estable y fiel que no se canse ni les aburra. No estamos contentos con esta cultura frágil que se disuelve con el primer lavado, en la primera dificultad. Estamos pensados por Dios para un amor grande. Y anhelamos un amor que no agote el paso del tiempo.

Por eso, cuando alguien consagra su vida y lo hace de manera definitiva, para siempre, se convierte en testimonio de esa forma de amar grande que propone Jesús en el Evangelio. Es un Siempre como es el amor de Dios; como es la salvación: eterna, constante, permanente, para siempre, fiel… Dios es fiel.

Uno descubre ese amor fiel, manifestado en Jesús, el hijo de María, y descubre el Evangelio. Y descubre el gozo del Evangelio. Dios es fiel. Dios es Dios para nosotros siempre. De la fidelidad de Dios no cabe duda. Él no se muda ni desdice de su palabra. Yo no, pero Dios sí: Él es fiel.

¿Qué podemos hacer para vivir, con sencillez y coherencia esa experiencia hermosa de la fidelidad? ¿Qué podemos hacer para descubrir el gozo de la fidelidad en nuestros compromisos personales, en nuestra vivencia de la espiritualidad, en nuestra dimensión celebrativa…? ¿Qué podemos hacer para que la fidelidad nos gane el corazón y seamos capaces de testimoniar con alegría el regalo de la fidelidad? Les propongo tres puertas que debemos abrir para experimentar el gozo de la fidelidad: Corazón, `perdón y súplica.

1.- Abrir la puerta de del corazón.
Un corazón cerrado sobre sí mismo no puede ser fiel. No huele la fidelidad ni de lejos. Y podemos vivir con el corazón cerrado. Por heridas del pasado o sospechas del presente. A la postre no de damos al corazón posibilidad de experimentar la alegría del amar. No tengamos miedo al amor. Nos hace bien amarnos, no sólo porque Jesús nos lo manda, sino porque es lo que responde a nuestra condición humana. Somos pensados por Dios para amar y ser amados. Por eso, cuando una persona deja de ser capaz de amar, deja de ser capaz de humanidad, de deshumaniza. Y se trata de un trabajo de artesano; un trabajo de largo alcance que se realiza de a poquito… Poco a poco se le va dando forma a nuestra capacidad de amar. Venciendo las resistencias del pecado que nos aíslan, nos separan, nos enfrentan… Amar exige reconocer que podemos amar. Amar exige, en segundo lugar, deseo de vivir en esa clave. Amar exige, definitivamente, amar.

Amar es ser divinos. Porque Dios es amor. A esa imagen estamos hechos. Y la Virgen María nos muestra la tierna manera de acoger ese amor en carne mortal. Amar de forma real. Amar aquí y ahora en esta circunstancia en la que Jesús quiere nacer. Amar es abrir la puerta para acoger el gozo del evangelio. Es más, amar y sentirse amado de esa manera infinita, es el mismo gozo del Evangelio: es el mismo Evangelio.

Abre esa puerta si quieres ser fiel. Una religiosa, un sacerdote, un matrimonio, un joven o un niño, cualquiera que sea el lugar en el que Jesús te ha sembrado, abre la puerta de tu corazón y arriésgate al ese gozo. ¿Quién es más feliz? ¿Quien ama independientemente de que los otros lo merezcan, o quien vive amargado por dentro con los resentimientos y arrugas del alma de dolores no integrados? ¿Quieres ser feliz? Pues ama.

2.- Abrir la puerta del perdón.
No es posible ser fiel de manera gozosa sin abrirle la puerta al perdón e invitarle a hacer noche en nuestra casa. Porque amar de verdad es perdonar de verdad. ¿Te han fallado? Perdona. ¿Tú no has fallado nunca a nadie? Si fallas, pide perdón. Si fallan, perdona. Esa es la puerta. ¿Cuántas veces se tienen que pedir perdón unos esposos que han cumplido años de matrimonio? Si no estás dispuesto a amar de esta forma, la fidelidad será una piedra pesada que a duras penas arrastraremos como quien arrastra el alma descocida y deshilachada por el desierto de un existir vacío. Perdonemos, abrámosle la puerta al perdón.

La venganza no nos sana el corazón. La rabia no nos alivia el alma. El perdón es soltar lastre y ver elevar la vida a una altura insospechada, a la altura de Dios. Perdónanos como nosotros perdonamos.. Como Dios nos perdona, siempre, de manera fiel. Aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré.

3.- Abrir la puerta de la súplica.
Y pide. Pide con la majadera forma de la viuda del evangelio pidiendo justicia al juez. Con la impertinente manera del amigo que toca de noche pidiendo pan. Pide, pide y pide: Señor, dame la gracia de ser fiel. Dame la gracia de experimentar el gozo del evangelio, el gozo de la fidelidad.

Si no se lo pedimos, queriendo como quiere darnos, no culpemos a Dios te tener el corazón cerrado, el perdón gastado y fría el alma. Pídeselo. Dame el gozo de la fidelidad, Jesús mío, Señor del Cielo y de la tierra.

Santa María, Virgen que abres puertas. Aquí tienes nuestro corazón, que quiere ser fiel a Jesús.

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