"COMUNICAR LA FE COMO MISIÓN DE LA IGLESIA EN EL ACTUAL CONTEXTO DE EMERGENCIA EDUCATIVA"

cartel fe-cultura 2014 800
 Comunicación presentada en el XXIII Congreso Internacional "Diálogo Fe-Cultura".

Introducción.

No está lejos de nuestra manera de pensar la realidad, aquellas consideraciones que otorgan a la trascendencia un especio relativo, cuando no relegado, por ser considerado como objetivos educativos que responden al ámbito de lo personal, de lo privado, de lo opcional. La fe en Dios y la experiencia religiosa no es considerada como básica en los itinerarios educativos y en sus leyes organizativas. Lo queramos o no, este planteamiento secularizador está instalado en nuestro imaginario post-ilustrado.

Se considera fundamental la alimentación, el deporte, la capacitación y competencias que desarrollan talentos cognitivos, funcionales y emocionales, pero la espiritualidad es considerado un aspecto irrelevante que no supone una falta esencial si se carece de ella para la vida social y personal. Hay personas que creen y personas que no creen. Creer es una opción personal. Y, si es así, en el sistema educativo la ausencia de contenidos vinculados al ámbito religioso no supone una merma o una ausencia significativa. La vida social ha de poderse organizar independientemente de que se tenga o no una determinada espiritualidad. Se ha de poder organizar la vida de tal manera que la existencia o inexistencia de Dios no generen dificultades a la convivencia. Los más radicales defensores de esta postura, incluso apelan a la eliminación positiva de la educación religiosa como causante de actitudes intolerantes y peligrosamente limitantes del verdadero desarrollo de la racionalidad humana. ¿Esto es así? ¿Son adecuadas estas posturas? La espiritualidad, la religiosidad, la fe ¿nada tiene que aportar al desarrollo humano? ¿Será cierto que se puede alcanzar una madurez verdaderamente humana prescindiendo del tema religioso? ¿Hay alguna aportación significativa de la fe -en concreto, y en nuestro caso, de la fe cristiana- que justifique su presencia en los centros y en la gestión de la comunidad educativa? Y si, llegado el caso, descubrimos que posee alguna importancia en el desarrollo integral de la personalidad, ¿cómo ha de hacerse esa transmisión? ¿Por qué en la Iglesia preocupa el tema educativo? ¿Por qué este Congreso “Diálogo Fe-Cultura” dedicado a esta cuestión?

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