A Tenerife vuelve Saida; esa muchacha candidata a reina del Carnaval que sufrió aquel tremendo accidente en la gala de elección. Vuelve al Hospital Universitario a continuar su recuperación. Así lo he leído ayer en las páginas de este periódico. Y nos debemos alegrar, pues su vuelta es una señal de mejoría significativa. Pero hemos de manifestar, a la vez, el respeto necesario y la altura moral suficiente para no caer en curiosidades tan morbosas como inadecuadas. Permítanme que hoy, le dirija esta sección personalmente a ella, a quien, aún sin conocerla, le tengo la estima que merece su condición de persona y nuestra común identidad isleña:
Querida Saida: bienvenida a casa. Las cosas por aquí siguen igual de mal e igual de bien. Poco ha cambiado el rostro de esta isla en esta estrecha temporada en la que Sevilla ha sido tu hogar y el taller de tu salud. Nada ha cambiado y, a la vez, todo ha cambiado. Hemos cambiado todos un poquito. Cambiar es lo que toca mientras estamos vivos. Hay cambios que son aparentemente radicales, drásticos, fuertes. Pero a la postre, todo cambio nos hace mejores, nos fortalece. No sé cuál es tu relación con la fe cristiana, pero para mí, la realidad me ha enseñado que, como decía Pablo de Tarso “(…) al que cree, todo le sirve para su bien”. Se lo escuché recientemente a María de Villota, la primera española en ponerse al volante de un coche de Fórmula 1, que en un desafortunado accidente no sólo perdió un ojo, sino la posibilidad de seguir compitiendo en ese deporte: "Mi visión de la vida ha cambiado 180 grados. (…)Todas estas cicatrices en la cara, incluso la pérdida de mi ojo derecho, reflejan realmente quién es María de Villota... un guerrera".
Una guerrera, una luchadora, una mujer fuerte, una aguerrida tinerfeña que se sostiene sobre su capacidad de permanecer en pie frente al infortunio y la dificultad, un icono de las mejores hijas de nuestra tierra, una fuerza contagiosa para tantos ánimos decaídos, una verdadera guerrera de la vida. Eso he pedido, Saida, en esta Semana Santa para ti.
Hemos cambiado. Mucho o poco, es igual. La llave de nuestra grandeza está en el interior. La fuente de nuestra fuerza viene de Otro, cuyo amor es incondicional, firme y creativo. Un fuerte abrazo.
Querida Saida: bienvenida a casa. Las cosas por aquí siguen igual de mal e igual de bien. Poco ha cambiado el rostro de esta isla en esta estrecha temporada en la que Sevilla ha sido tu hogar y el taller de tu salud. Nada ha cambiado y, a la vez, todo ha cambiado. Hemos cambiado todos un poquito. Cambiar es lo que toca mientras estamos vivos. Hay cambios que son aparentemente radicales, drásticos, fuertes. Pero a la postre, todo cambio nos hace mejores, nos fortalece. No sé cuál es tu relación con la fe cristiana, pero para mí, la realidad me ha enseñado que, como decía Pablo de Tarso “(…) al que cree, todo le sirve para su bien”. Se lo escuché recientemente a María de Villota, la primera española en ponerse al volante de un coche de Fórmula 1, que en un desafortunado accidente no sólo perdió un ojo, sino la posibilidad de seguir compitiendo en ese deporte: "Mi visión de la vida ha cambiado 180 grados. (…)Todas estas cicatrices en la cara, incluso la pérdida de mi ojo derecho, reflejan realmente quién es María de Villota... un guerrera".
Una guerrera, una luchadora, una mujer fuerte, una aguerrida tinerfeña que se sostiene sobre su capacidad de permanecer en pie frente al infortunio y la dificultad, un icono de las mejores hijas de nuestra tierra, una fuerza contagiosa para tantos ánimos decaídos, una verdadera guerrera de la vida. Eso he pedido, Saida, en esta Semana Santa para ti.
Hemos cambiado. Mucho o poco, es igual. La llave de nuestra grandeza está en el interior. La fuente de nuestra fuerza viene de Otro, cuyo amor es incondicional, firme y creativo. Un fuerte abrazo.
@juanpedrorivero
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