«LA POLICÍA LOCAL Y LA VOCACIÓN SE SERVICIO»


Cada 29 de septiembre, la ciudad de La Laguna celebra a uno de sus copatronos, en este caso al Arcángel San Miguel. Defensor de la justicia y vencedor del mal, San Miguel es símbolo de una lucha silenciosa pero constante: la que protege a los débiles, la que sostiene la paz común, la que no se hace por gloria personal, sino por vocación de servicio. En su día, la ciudad recuerda también a quienes, desde la cercanía y la cotidianeidad, encarnan esa misión: la Policía Local. 

No es fácil su tarea. Están en la primera línea de lo cotidiano, donde los grandes titulares rara vez llegan: en los cruces de tráfico, en las calles donde se celebra la fiesta, en los barrios donde la convivencia se resquebraja, en las plazas donde surgen pequeñas disputas que, si no se atienden, crecen como semillas de desconfianza. La policía de cercanía conoce los nombres, las calles y los problemas de la gente, porque los vive de cerca. 

Su labor se desarrolla muchas veces en silencio, sin reconocimiento, y casi siempre rodeada de críticas fáciles. Pero basta pensar en lo que sería una ciudad sin ellos para comprender la hondura de su misión. La seguridad no se improvisa: se construye con presencia, con paciencia y con una disciplina que no siempre se ve, pero siempre se siente. 

La Policía Local no es un cuerpo lejano. Es la fuerza más próxima al ciudadano. Son los agentes que uno se cruza en la esquina, que acompañan a un escolar, que atienden a un anciano desorientado, que ponen orden en el tráfico o que sostienen, con su autoridad, el derecho de todos a convivir en paz. No luchan contra ejércitos invisibles, sino contra el mal concreto que asoma en la vida diaria. 

En esta fecha, conviene reconocer que su trabajo no está exento de dificultades: falta de medios, exigencias cambiantes, tensiones sociales, incomprensión ciudadana. Y, sin embargo, continúan. San Miguel, que lucha contra el mal sin descanso, es su referencia patronal. Ellos, con sus uniformes, se convierten en signos visibles de que la ciudad no se abandona a la improvisación del caos, sino que se protege en manos de quienes velan por su seguridad. 

Ser policía local no es solo aplicar normas. Es también escuchar, mediar, prevenir, acompañar. Es saber que la autoridad se ejerce mejor cuando nace del respeto y se mantiene con justicia. La cercanía no los debilita, sino que los hace más fuertes: porque estar cerca de la gente es comprenderla, y comprenderla es protegerla mejor. 

A veces, en medio del ruido social y político, olvidamos dar gracias. Hoy es buen momento para hacerlo. Gratitud por la constancia, por la entrega, por el servicio que no siempre se ve. Gratitud porque, mientras otros duermen, ellos velan; mientras otros celebran, ellos cuidan; mientras otros discuten, ellos sostienen el orden sin estridencias. 

Bajo la protección de San Miguel, la ciudad reconoce en la Policía Local un bien común que merece cuidado, respeto y apoyo. Porque defender la justicia en lo pequeño es sostener la dignidad de lo grande. Y porque, en definitiva, cada gesto de su trabajo cotidiano es un eco humano del arcángel que sigue recordándonos que el mal no tiene la última palabra.

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