Volvieron a caer lágrimas sobre la tierra batida de Roland Garros, pero esta vez no como consecuencia de una victoria, sino como un emotivo reconocimiento a Rafael Nadal Parera. Catorce ensaladeras en una carrera deportiva es una hazaña simplemente increíble, una que todos hemos visto año tras año, al verlo caer de espaldas sobre el suelo, manifestando su alegría con lágrimas de gratitud. Y allí, sobre el suelo, una huella perdurable recordará que el esfuerzo y la constancia tienen su recompensa. Que nada se consigue sin la insistencia humilde de quien sabe ganar y sabe perder.
Ha sido un reconocimiento que nos sitúa en el ámbito interpersonal de la felicitación. Reconocer al otro, felicitar al otro, no es banal, no es inútil; es un deber de gratitud y un grito de humildad verdadera. Ojalá que al volver a ver la huella grabada sobre la pista central de París nos sintamos siempre invitados a no dejar pasar la ocasión de reconocer al otro sus éxitos y su valía. Porque los homenajes póstumos son poco útiles al corazón de nuestros hermanos.
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