Para no pocas personas este tema está cerrado. Podemos conocer la verdad y esa posesión nos asegura una libertad adecuada la vida. Como si de una vez y para siempre pudiéramos alcanzarla, dominarla y poseerla. Y resulta que, hasta quien dijo de sí que era el Camino, la Verdad y la Vida, o sea, Cristo, añadió a los apóstoles que sería el Espíritu el que los llevaría a la verdad plena. O sea, que no es un don estático -la verdad-, sino un camino por el que se nos lleva -la verdad-, dinámico y progresivo. Conocer la verdad es un camino que seguimos detrás de Él. Quien tenga la pretensión de decir que ya conoce la verdad es que no ha descubierto la grandeza y belleza de esta. Me encanta la certeza intelectual de San Cirilo de Jerusalén que utiliza la vía negativa, la teología negativa, porque es más lo que desconocemos que lo que conocemos. Porque lo que vislumbramos, y como don, es tan poco e imperfecto que pretender afirmaciones absolutas es un acto de soberbia intelectual.
Siempre estamos aprendiendo. Es una meta inalcanzable que andamos por un camino progresivo, ascendente muchas veces, pero en el que quien se para, retrocede. Qué elegante discurso solía hacer el Dr. Acirón cuando, con pocas palabras, se autoafirmaba como un aprendiz de periodista. Un aprendiz de todo: de periodista, de cristiano, de esposo, de amigo. Cuando dejamos de aprender abandonamos la búsqueda de la verdad. Si es por pereza, malo; si es por pretensiosa certeza personal de estar en su posesión, peor.
Un aprendiz, un discente, un curioso que abre bien los ojos para dejarse sorprender por el brillo maravilloso de la verdad que destella en los pequeños detalles que de ella alcanzamos por ese camino siempre largo, siempre hermoso. Solo la capacidad de asombro alimenta nuestra curiosidad; y solo la curiosidad es llave que abre la búsqueda de la verdad. Y así en todos los niveles de la realidad: en los objetos y cosas que usamos, en las personas con las que nos encontramos y dialogamos, en las decisiones que debemos tomar, en la vida que debemos vivir.
Nadie nos ha dicho: “siéntate y escucha”, sino todo lo contrario: “ven y sígueme”; haz el camino, recórrelo con la dificultad que ello entraña, acompañado por el pedagogo interior y los maestros que han andado antes y a la vez que tú. Sigue adelante, mantente en búsqueda, alimenta tu curiosidad con esa experiencia de asombro que se va desvelando en cada descubrimiento, como un don progresivo que no mereces, pero que necesitas.
Por eso la libertad es una conquista, no una posesión. Es el resultado de una lucha por liberarnos del mal y de la fealdad que nos envuelve con su mentira. En un progreso dinámico que se alcanza siempre parcialmente. Pretender poseerla es como pretender conocerlo todo. Si algo tenemos es porque se nos ha dado. Se nos ha regalado más de lo que hemos conquistado. Aunque la conquista es, precisamente, la forma hermosa del don recibido.Para no pocas personas este tema sigue abierto. Podemos conocer la verdad y poseerla progresivamente, luchando cada día por vivir una libertad un poco más grande. Aprendices siempre, curiosos siempre.
Comentarios
Publicar un comentario