«MUJERES QUE DEJARON HUELLA»


La semana pasada se celebró en Las Palmas de Gran Canaria, en la sede del ISTIC, unas Jornadas sobre mujer e historia en Canarias. Me pidieron una intervención bajo el título de “Mujeres que dejaron huella” y que se centraba en la santidad femenina. Porque no cabe duda que hay una forma femenina de bondad y de santidad de vida, como la hay masculina. Nos tocó mirarlas alas. Nuestra condición sexuada no es un aspecto marginal de nuestra existencia, sino que somos lo que somos, entre otros aspectos, por nuestra condición sexuada. Esto es una extraordinaria manera de reconocer la grandeza de las personas y la realidad concreta de la santidad de vida. El esfuerzo me ha enriquecido de manera evidente, pues en numerosas ocasiones suponemos que es posible que exista realidad al margen de las realidades concretas en las que estamos situados. Y no hay santidad al margen de la santidad concreta de las personas santas. 

Hubo y hay muchas mujeres que sostienen con su entrega el ritmo de la sociedad. La injusta invisibilidad que la historia les ha ofrecido no está a la altura del despliegue de desarrollo social del momento presente. Y rescatar su presencia y significación es generar una reconciliación con la verdad de lo que ha ocurrido. El Papa Francisco nos ha invitado recientemente a mirar con ojos limpios la santidad de la vida eclesial siendo capaces de reconocer la que habita en la casa de al lado. La vida buena y ejemplar de personas de dejan huella en nuestra forma de vivir. 

Como se suele decir, las huellas en la nieve las deja lo mismo el depredador que la liebre. No nos referimos a esas huellas materiales. Son las huellas culturales, las huellas de desarrollo espiritual que quedan grabadas en el alma de la sociedad. Son huellas de sentido. Esas que todos tenemos marcadas en nuestra memoria y en nuestra experiencia vital. ¿Quién no recuerda una frase que le ha supuesto enriquecimiento para su vida, pronunciada por su abuela o por su madre? Esa huella está escrita bajo la pancarta de la providencial experiencia de crecimiento personal. ¿Quién no ha recibido un ejemplo silencioso que le ha marcado para el resto de su vida? Esa huella tiene nombres y apellidos. Y, como somos individuos, sociedad e historia, las huellas de unas abuelas marcan a todos los nietos de sangre o de cultura. La santidad es de las mejores huellas que podemos dejar a la sociedad que viene. Y lo es porque va más allá del mero ejemplo se ser buenas personas. Es traer al aquí pedazos de la grandeza divina que solo se percibe en la mirada de los santos y las santas. 

Una santa no es una mujer callada, resignada y silenciosa. No es una mujer perfecta, sino fuerte y preocupada por aquellos a los que dio la vida o ayudó a crecer en sabiduría y madurez. De esas que fueron tan amigas de Dios que nadie fue demasiado enemigo para no hacerle bien son su mirada o su acción. 

Entre nosotros, cuando miramos las marcas de nuestra historia, entre ellas, las huellas más profundas las pusieron ellas. Y no hay duda de ello.

Comentarios

  1. En la historia tanto mujeres como hombres han dejado huella en los demás esa huella que crea santos héroes de andar por casa

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