La semana pasada leía una frase del Friedrich Nietzsche que decía: “Yo solo creería en un Dios que supiera bailar”. Una crítica, sin duda, a una consideración racionalizaste y abstracta de la divinidad que olvida que somos carne. Y fui en busca de una imagen en la que Dios bailara. En esa búsqueda encontré el texto de Sofonías: “Tu Dios está en ti, poderoso salvador. Él grita de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de alegría" (Sofonías 3,17). Me gustó imagina a un Dios que baila por mí; es más, que me invita a bailar en el baile de la creación. Que asume lo que ha creado, asumiendo mi carne y mi sangre, mi mundo emocional, mi corazón humano, y que es capaz de incorporarnos al ritmo de la alegría que genera amar y ser amado. Me fui al cuadro de los ángeles de la noche de la Navidad y -oh maravilla-, que siendo espíritus, danzan, cantan. Tocan y bailan como Dios les ha enseñado. Sí. Nietzsche puede creerlo: Dios sabe bailar y baila con la creación entera.
Los judíos y pueblos del Mediterráneo, griegos, turcos, norte de África, etc. , son dados a bailar en danzas grupales. ¿Están fifícil imaginar a Jesús, el hombre más sano, más alegre y más liberado que ha existido , bailando en alguna fiesta, en alguna circunstancia, al menos?
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