«LA LUZ DE LA PAZ DE BELÉN»


Una llama.
Nada más.
Una llama pequeña, roja, firme.

Es la Luz de la Paz de Belén.
No deslumbra. No invade. No hace ruido.
Simplemente está.

En su interior, una cruz
.
No como peso, sino como centro.
La paz no nace de la fuerza, sino del amor que se sostiene incluso cuando duele.

Esta luz viaja cada año de mano en mano.
No se impone: se recibe.
No se guarda: se comparte.
Y solo vive si alguien la protege.

En tiempos de prisas, de gritos y de trincheras, esta imagen nos recuerda algo esencial:
la paz no empieza en los discursos, sino en los gestos pequeños;
no en las grandes palabras, sino en la fidelidad diaria.

Una llama basta.
Si hay alguien dispuesto a cuidarla.
Si hay alguien dispuesto a pasarla.

Porque la paz no se conquista.
Se enciende.

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