«FELICES FIESTAS»


Cada diciembre vuelve a escena una polémica tan insistente como prescindible: si es más adecuado desear “Feliz Navidad” o recurrir al aparentemente neutro “Felices fiestas”. Como si una fórmula de cortesía pudiera convertirse en campo de batalla simbólico o en declaración de principios. Tal vez el problema no esté en las palabras, sino en haber olvidado qué es, en realidad, el tiempo que atravesamos. 

Porque la Navidad no es un punto aislado en el calendario, ni una celebración reducida a un solo día. Es un tiempo amplio, denso, que se despliega y se deja habitar. Basta mirar con atención para advertir que ya desde mediados de diciembre la vida social y eclesial adopta un ritmo distinto, marcado por encuentros, luces, ferias especiales y una disposición compartida a la convivencia y a la gratuidad. 

Entre los días 17 y 24 de diciembre, nuestras ciudades viven una suerte de antesala festiva: mercadillos, actos culturales, celebraciones escolares y familiares que no son todavía la Navidad en sentido estricto, pero que la preparan y la anuncian. Es un tiempo de umbral, donde lo cotidiano se abre a la fiesta y la espera se vuelve ya celebración. El recuerdo a María de la Oh. 

Con la llegada del 25 de diciembre comienza un verdadero itinerario de solemnidades que da espesor al tiempo navideño. A la fiesta de la Navidad se suman la de la Sagrada Familia, la solemnidad de María, Madre de Dios al iniciar el año, la Epifanía del Señor —tan hondamente arraigada en nuestra tradición— y el Bautismo del Señor, que cierra el ciclo. No se trata de una acumulación arbitraria de fechas, sino de una comprensión del tiempo como algo que se celebra por etapas y con sentido. 

Desde esta perspectiva, desear “Feliz Navidad” no solo es legítimo, sino plenamente adecuado. Nombra el corazón de este tiempo y reconoce la fiesta central que lo articula todo. Lejos de excluir, afirma una tradición viva que ha dado forma a nuestra cultura, a nuestras costumbres y a nuestro modo de celebrar. 

Y, al mismo tiempo, desear “Felices fiestas” resulta igualmente verdadero, porque reconoce la riqueza y la pluralidad de celebraciones que brotan de esa misma raíz. Ambas expresiones no se oponen, sino que se complementan: una señala el centro, la otra abraza el conjunto; una nombra la solemnidad, la otra el tiempo festivo que se despliega a su alrededor. 

Quizá por eso no haga falta elegir ni confrontar. Basta con comprender y celebrar. En un tiempo tan cargado de fiestas y solemnidades navideñas, desear una feliz Navidad es afirmar con sencillez su sentido más profundo, y hacerlo en el marco amplio de unas auténticas y gozosas fiestas compartidas. 

Comentarios

  1. Feliz Navidad Juan Pedro y para toda tu familia!!! Un abrazo fraterno.

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