La imagen de esta semana nos trae un momento que toca el corazón: varios sacerdotes, compañeros de camino, cargan sobre sus hombros el féretro de su obispo. No acompañan a una figura lejana, sino a alguien con quien compartieron vida, oración, responsabilidad y misión. En ese gesto silencioso se resume todo un mensaje: la fraternidad que sostiene, la gratitud que no necesita palabras, el respeto que nace de la entrega vivida día a día. La tradición cristiana habla de la semilla que cae en tierra y muere para dar fruto. Esta escena nos recuerda justamente eso: que una vida gastada en servicio no termina en la oscuridad, sino que se siembra para que otros sigan creciendo. Es una imagen que invita a detenernos un instante: ¿qué sembramos nosotros?, ¿qué queda de nuestras manos cuando ya no estemos? En medio del dolor, la escena transmite esperanza: la certeza de que el amor entregado no se pierde. Que la última palabra no es la muerte, sino el fruto que nace de una vida vivida para los demás.
La imagen de esta semana nos trae un momento que toca el corazón: varios sacerdotes, compañeros de camino, cargan sobre sus hombros el féretro de su obispo. No acompañan a una figura lejana, sino a alguien con quien compartieron vida, oración, responsabilidad y misión. En ese gesto silencioso se resume todo un mensaje: la fraternidad que sostiene, la gratitud que no necesita palabras, el respeto que nace de la entrega vivida día a día. La tradición cristiana habla de la semilla que cae en tierra y muere para dar fruto. Esta escena nos recuerda justamente eso: que una vida gastada en servicio no termina en la oscuridad, sino que se siembra para que otros sigan creciendo. Es una imagen que invita a detenernos un instante: ¿qué sembramos nosotros?, ¿qué queda de nuestras manos cuando ya no estemos? En medio del dolor, la escena transmite esperanza: la certeza de que el amor entregado no se pierde. Que la última palabra no es la muerte, sino el fruto que nace de una vida vivida para los demás.

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