Hablar de La Laguna es hablar de su Universidad. La historia de la ciudad y la de la institución académica se entrelazan de tal modo que resultan inseparables. Desde sus orígenes, vinculados a las órdenes religiosas que vieron en la enseñanza un servicio al bien común, hasta el presente con miles de estudiantes de todo el mundo, la Universidad de La Laguna no solo habita en la ciudad: es parte de su identidad más profunda.
Fundada a finales del siglo XVIII, pero con raíces que se remontan a la labor educativa de dominicos y agustinos, la Universidad nació como respuesta a una vocación cultural y social. Era un sueño que iba más allá de la mera instrucción: formar personas, abrir horizontes, vincular el saber al servicio del pueblo canario. En torno a ella, La Laguna se consolidó como ciudad ilustrada, con una vida intelectual que marcó el rumbo de todo el Archipiélago.
La presencia de la Universidad transformó a la ciudad. Sus calles se poblaron de estudiantes, sus casas se adaptaron a la vida académica, sus librerías y cafés se convirtieron en espacios de debate. La Laguna se hizo universitaria, y ese carácter se percibe aún hoy en la vitalidad de su vida cultural, en su diversidad social y en su apertura al mundo.
Pero también la Universidad ha necesitado de La Laguna. La ciudad ha sido su hogar, su soporte y su contexto humano. Las instituciones locales, los barrios, las familias que acogían estudiantes venidos de otras islas y países, todos han contribuido a hacer posible que la Universidad fuera más que aulas y bibliotecas: un verdadero ecosistema humano.
En este vínculo mutuo se ha forjado una identidad compartida. No se entiende La Laguna sin la Universidad, ni la Universidad sin La Laguna. La una ha dado prestigio, dinamismo y juventud a la ciudad; la otra ha ofrecido cobijo, historia y sentido de pertenencia a la institución académica. Esa relación recíproca sigue siendo hoy un patrimonio vivo que debemos cuidar.
La misión social de la Universidad no se limita a transmitir conocimientos técnicos. Se trata de formar ciudadanos libres, críticos y responsables, capaces de aportar soluciones creativas a los problemas de su tiempo. En esa misión, la Universidad de La Laguna mantiene su vocación original: servir a la sociedad canaria desde la investigación, la docencia y la cultura.
La presencia de los jóvenes en la ciudad es también un signo de esperanza. Cada septiembre, el regreso a las aulas renueva la vitalidad lagunera. Los estudiantes traen consigo diversidad, energía y futuro. La ciudad los acoge, y en ellos encuentra un espejo que refleja sus propias posibilidades de crecimiento.
Delante del altar de la vieja Capilla de la ULL está tallada la frase “la verdad os hará libres”. Quizá esa sea la esencia de toda universidad: buscar la verdad con rigor y transmitirla con generosidad, para que las personas y los pueblos vivan más libres, más humanos, más fraternos. En La Laguna, esa tarea se ha vuelto inseparable de su historia y de su identidad. Y por eso, cada vez que decimos “Universidad de La Laguna”, estamos nombrando a la vez una institución y una ciudad que se necesitan mutuamente.
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