«RECUERDOS SELECTIVOS»


La semana pasada, en un rato de conversación con gente buena pero desconocida para mí, hablamos de personas a las que ambos conocimos y de la que compartíamos algunas experiencias negativas. Los recuerdos eran desagradables, generaron dolor en su momento, pero en aquella conversación me sorprendía que no sonaba doloroso en los interlocutores. En ocasiones diferentes hubiera revivido los recuerdos hasta sentir el dolor y el desagrado como experiencia actualizada. Pero ahora no. Me alegré porque es señal de haber purificado la memoria y sanado los recuerdos.

Toda biografía persona está hecha de aquellos materiales en los que nuestra existencia fue adobándose mientras nuestra libertad y las libertades ajenas se iban combinando en nuestro tiempo vital. Muchas de sus consecuencias han sido el resultado de nuestra libertad. Hemos elegido, decidido, tomado iniciativa o confirmado personalmente las iniciativas ajenas. Otras consecuencias biográficas nos han venido dadas y las hemos manejado de la mejor manera posible. Hemos acertado y hemos errado. Hemos generado creativas iniciativas y hemos fracasado estrepitosamente en otras acciones emprendidas. Nos hemos cansado y dejado a mitad asuntos, y hemos concluido iniciativas, personales o de otros, que hemos visto concluir con la belleza de los buenos finales.

Ha habido personas que nos han ofrecido piezas fundamentales de nuestra construcción. Recordamos nombres y rostros, situaciones y eventos en los que esas personas han sido decisivamente positivas. También ha habido personas que han obstaculizado nuestro crecimiento personal, o –en el mejor de los casos- nos han ayudado a saltar por encima de las dificultades y fortalecer el músculo de nuestra paciencia y resistencia. También ha habido un resquicio de positividad en aquellas dificultades.

Los recuerdos de esa dual aportación a nuestra biografía debemos aprender a purificarlos de manera que, sanados, sean referencias, pero no condicionantes. Es lo que habría que hacer con toda memoria histórica. Convertirla en referente, pero no en revitalización de viejas heridas que condicionen nuestro presente. Espontáneamente nuestra memoria nos suele hacer el favor de seleccionar los recuerdos haciendo desvanecer aquellos que sufrimos y colocando en primer lugar los que gozamos. Es una selección natural. Pero los otros, los negativos, los revestidos de sufrimiento y dolor, siguen ahí esperando que los sanemos, que los reconvirtamos en referencias de nuestro pasado biográfico y qe extraigamos de ellos sus elementos benéficos. Que los purifiquemos, vaya.

Mala vida será la que se edifique sobre la culpa y el resentimiento como columnas paralelas de lo todo lo negativo, sea nuestra o sea ajena la responsabilidad de lo recordado. Ambos aspectos –la culpa y el resentimiento- deben ser purificados. Esa purificada actitud de nuestra memoria es una deuda con nuestro presente y una inversión hacia nuestra felicidad que desea tener futuro.

Me quedo con la sonrisa de sus 86 años de edad que grita fuertemente que no podemos vivir respirando por la herida de los conflictos del pasado, sino que debemos tatuar una flor en nuestros recuerdos para que se asocien positivamente a nuestro presente. Como olvidarlos no podemos, y eliminarlos menor, lo que conviene es situarlos en su purificado lugar. Me alegra ir acumulando juventud a la vez que sanando heridas. Creo que eso puede retrasar la vejez.

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