La Carta de la Semana (16/3/2018): «LA CULTURA DEL ENCUENTRO»


Frente a la cultura del descarte.

Es la manía repetitiva del Papa Francisco, de reiterar, una vez y otra vez, que hemos de superar la terrible cultura del descarte en la que el mundo actual, especialmente el primer mundo al que pertenecemos, está instalado. Una forma terrible de concretar el individualismo insolidario que sospecha que los otros son complicaciones para nuestra seguridad y bienestar. Descarta al otro... Nosotros diríamos con el refranero en la mano aquello de "cada uno en su casa y Dios en la de todos". Pero no descubrimos que al descartar al otro somos nosotros los empobrecidos. Porque somos la suma de los encuentros biográficos que hayamos tenido. Somos la suma de rostros con los que nos hemos encontrados. Lo somos, aunque esta etapa gaseosa en la que estamos nos sugiera lo contrario.

El pasado domingo, en La Orotava, hemos tenido la ocasión de celebrar un Encuentro diocesano de fieles de todas las edades y toda condición. Un encuentro que nos ha eclesializado un poco más. Los otros nos construyen. Espiritualmente ha ocurrido como políticamente con la expectativa del encuentro de los presidentes de Estados Unidos y Corea del Norte. Esta nueva forma de solucionar los posibles problemas de mutua autodestrucción atómica, en el fondo es más coherente con nuestra lógica naturalidad humana. El otro es parte de nosotros.

Nadie es tan inútil que no lo necesitemos. Convencidos de ello, debemos promover la cultura del encuentro. Mirar con ojos nuevos a los demás que, por muy diferentes y distantes que los situemos, están en la frontera de nuestra propia identidad.

Si descartamos a los ancianos, incendiamos bibliotecas. Si descartamos a los menores, destruimos nuestra propio futuro. Si descartamos al que piensa distinto, tendremos un pensamiento único. Si descartamos al otro, perdemos nuestro condición de "nos-otros" -si se me permite la falta de ortografía-.

Junto a otros seremos capaces de generar mayor capacidad de bien. Será más fuerte nuestra identidad. La cultura que domina el pensamiento y sentimiento común debe ser atacada con la legítima de actitudes de encuentro. No hay suelo quemado cuando contemplamos a los demás. Si se nos ocurre sacarlos del corazón sufriremos una isquemia social terrible. Hay que pasar del descarte al encuentro.

Porque estamos hechos para encontrarnos.

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