“Laudato Si” es el título de la última encíclica del Papa Francisco sobre el
cuidado de la naturaleza, sobre la responsabilidad debida con la Creación. La “casa común” la llama, para hacernos
caer en la cuenta de que, independientemente de nuestras peculiaridades
individuales, nos debemos sentir todos solícitos en la atención y cuidado de la
naturaleza que nos rodea y de la que nos servimos, usándola no como dueños sino
como administradores.
“Liber naturae sive creaturarum” es el título de la obra escrita por
Raimundo de Sabunde en el siglo XV. Este filósofo y maestro de medicina
aragonés se dedicó en la Universidad de Toulouse a enseñar Teología natural. El “libro
de la naturaleza” se oponía a la generalizada opinión de que fe y razón -religión
y filosofía- eran dos formas opuestas de conocimiento. Sabunde afirmaba que “el libro de la
naturaleza y la biblia eran ambas revelaciones divinas, una general e
inmediata, la otra específica y mediata”.
La posibilidad de
leer el libro de la naturaleza es universal. La escuela en la que se aprende a
leer en esta obra extraordinaria es el sentido común, nuestra inteligencia
humana, nuestra racionalidad. En este sentido, hay ilustres universitarios
carentes de esta competencia lectora y sencillos agricultores con una capacidad
increíblemente fuerte. No es difícil leer en él si nos quitamos la venda del
individualismo relativista y el consumismo materialista de los ojos. Porque no
hay mayor ciego que quien no quiere ver que la naturaleza es la cuna en la que
se acuesta la humanidad, y su cuidado y atención es imprescindible para nuestro
crecimiento y desarrollo.
No podemos leer con
verdad el libro de la Revelación, la Biblia, y descubrir en él la voluntad de
Dios para las personas, si no hemos aprendido previamente a leer el libro de la
naturaleza. Son dos lecturas en una misma mirada. El autor es el mismo, que deja
su huella en lo creado y en lo redimido.
Mi gratitud al Papa
Francisco por intentar sacarnos de este atroz analfabetismo global.
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