Esta mañana me enviaba una mensaje una amiga común. Lacónico y claro. Un mensaje que no necesitaba explicaciones ni motivos, que traía a la vez un dolor y una esperanza: “Acaba de morir Domingo Jorge”.
Llevo catorce años escribiendo semanalmente en la prensa tinerfeña, y de manera ininterrumpida, un artículo de opinión. La culpa es suya. Fue el primero en hacerme aquella propuesta, conocedor de mis inquietudes y de la importancia que tiene la presencia en la plaza pública de testigos de otra forma de ver la realidad que contraste con la cultura dominante. Ya merecería, solo por aquella invitación, que hoy, el día en el que se apaga la vida temporal y comienza la eternidad, le gritara desde esta orilla un gracias polifónico. Pero hay muchos más motivos. Hay amistad agradecida. De esa que no necesita estar siempre pegado para saber que se quiere y se valora. De esa que, aunque pase mucho tiempo, la conversación continúa como si ayer fuese la última vez que nos vimos. Porque sabía ser amigo de sus amigos.
Hoy lo ha comunicado la prensa subrayando en él la doble condición de educador y periodista. Y acertaron en el titular. Un hombre, licenciado en filología clásica, con vocación educativa dentro de un alma de periodista total. Así lo pudo disfrutar el Colegio Santa María del Mar en el que supo combinar en el alumnado la formación liguística, filosófica e histórica, con la que dispone a las personas para ser observador crítico y actor creativo de la dinámica de la comunicación en sus múltiples manifestaciones. Siempre le faltaba tiempo para poder desarrollar lo que su creatividad infinita le proponía. Un maestro y un comunicador, diría yo.
No fueron pocas las conversaciones que mantuvimos sobre la vida y la muerte, sobre la dicha y la desdicha. Sé lo que opinaba de ello y sé lo que creía. Por este último motivo, y por que creemos lo mismo, hablo en presente y me dirijo a quien sé que, desde la otra orilla, seguirá leyendo lo que escribo: Querido amigo. Disfruta de ese abrazo definitivamente libre que te da quien te eligió para ser el esposo y el padre que sigues siendo, pero de otra manera. Gracias por todo lo que hiciste por otros, no siempre adecuadamente agradecido, pero todo útil como cuando se siembra con generosa efusión. Dicen que uno muere como ha vivido. En tu caso crucificado a una enfermedad que suena fea pero que asume realidad. El otro Crucificado, al que tanto quisiste y en quien tanto confiaste, te dará posesión a la morada que tenía preparada para tí en la casa de su Padre. Gracias por tu amistad y generosidad.
Un dolor y una esperanza entrecorchetean hoy estas letras.
D.E.P. sin palabras que puedan expresar el dolor, pero con palabras para seguir confiando en la misericordia divina y en la fe de la resurrección de Jesucristo
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