«NO HAY CAMA PA’TANTA GENTE»


Típica expresión de la canción y tradición caribeña. Y aquí, en Canarias, el eco de la canción nos sugiere el hecho de que tenemos que regularizar un poco más el nivel de turistas que se nos acumulan en las calles y en las plazas, en los hoteles y en las viviendas vacionales que se han multiplicado por todos lados disparando los precios de los alquileres en una situación de demanda severa. Hasta hay quienes han hecho una huelga de hambre pidiendo el diálogo con el Gobierno de Canarias y se han manifestado bajo el grito de salvar Canarias de la radical especulación turística que parece hacer insostenible la convivencia social. A esta demanda, aunque sin huelga de hambre añadida, el número de emigrantes africanos que, habiendo estados acogidos por la administración en centro para menores no acompañados, al cumplir la mayoría de edad, comienzan a llenar las calles sin nada que hacer y sin papeles para poder hacer lo que quisieran hacer. Lo dicho: faltan camas para tanta gente. 

No sé si sobra gente, que por principio constitucional nadie se atreverá a afirmar tal supuesto, pero lo que sí sobran son vehículos de tracción motora. En cada casa dos o tres coches hace un total insoportable en las rutas matutinas del norte o del sur en autopistas colapsadlas. Son los excesos del primer mundo en el que morimos de obesidad por falta de ejercicio físico, mientras queremos llegar en coche hasta cualquier destino. Son los efectos colaterales del bienestar. Conseguí mi indicador de contaminación para el coche y, seguro que pronto, nos irán indicando cuál es nuestra almendra central a la que no podemos acceder si no es con transporte público o con un nuevo híbrido o eléctrico que, seguramente, vendrá a aumentar el parque automovilístico y a apretar aún más los colapsos matutinos. 

Mucha gente, muchos coches… ¿Hay algo que tengamos en escasez y pueda aumentarse sin problema? ¿Nos podemos multiplicar en algún sentido? Tengo para mí que si en Canarias sorberán los turistas, terminaríamos sobrando nosotros, dado el origen del producto interior de Canarias. Independientemente de que sean turistas o migrantes, las personas nunca sobran. Son las cosas las que pudieran sobrar. Aunque esta es una postura ética, de un nivel de realidad superior, hemos de decirlo sin complejos. Las personas no son cosas. Cosas son los coches, los trenes y las guaguas, las carreteras y sus señales, las casas y edificios con viviendas de protección oficial o de promoción normal. Las personas no. Nunca lo son. Cuando se cosifica a la persona es cuando surgen las filias y las fobias, incorporando al lenguaje ordinario incluso la turitifobia, recientemente incorporado a nuestro reciente lenguaje reivindicativo. 

Lo que sobra no son las personas, sino, tal vez, lo que las personas llevamos dentro, y entre los elementos sobrantes, tal vez, el interés egoísta que es capaz de aprovechar la peor de las ocasiones para lograr un interés desmedido de la compra de mascarillas, o un aumento en el precio del alquiler normalizado porque ha aumentado la población. Y jugando a la oferta y la demanda, y haciendo del beneficio el ideal de la vida, nos resbalamos pendiente abajo del nivel de realidad ética al nivel de las cosas meramente tangibles. 

Comentarios