«LA CONDICIÓN DE MANADA»


“En el centro la persona”. Este principio lógico en cualquier sociedad civilizada está siendo necesario recordárnoslo. Algo hemos ido perdiendo por el camino social para que nos tengan que recordar algo tan básico y fundamental. En razón de la persona están las leyes, las instituciones, los servicios sociales, las estructuras y organismos de la sociedad. Parece tan obvio…

Pero no lo es. Volvemos al viejo principio de que “el hombre debe respetar, siempre y en cualquier circunstancia, el sábado”. Y el evidente principio de que éste está en razón de aquel, necesita ser recordado. Nos envuelven preceptos que deben justificar normativas derivadas de leyes que deben ser cumplidas –así se afirma- para garantizar el orden social. ¿Hay algún orden social en el que no haya personas? Las normas se tienen para garantizar el bien de las personas. Son las personas las que están en la base de toda organización. Y garantizar la justicia entre las personas justifica y fundamenta el resto.

Y al decir “la persona” debemos entender que se trata de “todas”. Porque la justicia de las normas estriba en que no son parciales. La equidad es fundamento ético de las normas. A nadie se le puede ocurrir que el sentido común promueva unas leyes que garantice el bien de una parte de la sociedad. Hace mucho tiempo que no existen “leyes de negros” o “leyes de indios”. Aunque algunos podamos observar que hay “leyes de ricos” o “leyes de sanos” en el subsuelo normativo que nos posee. Si estás herido en tu naturaleza con una enfermedad o discapacidad, puede que las leyes no te protejan como protegen a quienes gozan de una integridad física y psíquica un poco más plena. Que los prospectos traten a las embarazadas como enfermas, o que los diagnósticos se atrevan a indicar la “incompatibilidad con la vida” saca, sin duda y con dramática evidencia, a la persona del centro.

No podemos cerrar los ojos a esta deriva legal que coloca en el centro de la preocupación al sano, íntegro, fuerte e inteligente. Después aplaudimos en las para-olimpiadas. Pero no sé si es porque son personas o porque enarbolan nuestra bandera. Toda persona humana debe estar siempre en el centro. Otra postura nos rebaja a la dura condición de manada.

Cuando se huye, por cualquier motivo, de la realidad somos capaces de manipular a las personas. Una hoja es una hoja. Esté en ella escrito el texto de una factura o una partitura de Beethoven. Es una hoja y debo tratarla como lo que es, aunque debo reconocer y ofrecer la obediencia de mi inteligencia a su condición de factura o de partitura. Cuando hago un avión de papel con una partitura estoy manipulando la realidad. Cuando rompo sin atender a la factura he de correr con las consecuencias de un impago. Cuando a una persona la trato como un objeto la manipulo. Cuando le arranco su condición de persona, la manipulo. Cuando olvido su inalienable valor, la manipulo. Y no solo hay manipulaciones en el ámbito de la violencia de género. La persona está en el centro. Debe estarlo.

Es indudable que hacernos cargo de las dificultades ajenas nos ralentiza y limita. Pero es la manera de habitar en una sociedad que cuida. Llenar la boca de la importancia de la “sociedad de los cuidados” en convencernos que en el centro no están las cosas ni las leyes en sí mismas, sino solo y siempre las personas.

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