«PASIÓN»


“Perdona mi actitud, pero es que soy muy apasionado”, decía, intentando disculparse por una desmedida reacción personal. La pasión como un fuego que ciega y empuja con más fuerza de la que podemos controlar. Pero que puede ser una firmeza conveniente que nos ayuda a no quedarnos sentados ante la injusticia.

Algunas frutas y algún color incluyen el término “pasión”. El rojo intenso, con su evocación sugestiva lo mismo nos sirve para imaginar el drama de una herida que la atracción intensa en las personas. La pasión como un modo emocional de nuestro mundo interior. Una intensidad añadida a las reacciones naturales. Un plus que cualifica una experiencia. 

Un hincha o un aficionado muy aficionado también incorpora en su alma la bandera de la pasión, como un amor ilógico que vincula al club de sus sueños, juegue bien o no lo haga. 

Esta semana de vacaciones comienza con el Domingo en la Pasión del Señor. Nosotros lo conocemos comúnmente como “de Ramos” por el elemento vegetal que, entre palmas y olivos, sirve de entrada a la celebración a la liturgia del día. Pero su nombre propio es en la Pasión. La memoria de aquel acto redentor se reviste del color rojo en una apasionada actitud que recuerda aquellas últimas horas de la vida de Jesús. 
Nos hace falta pasión. A todos no viene bien asumir apasionadamente la vida sencilla y ordinaria que vivimos, dándole energía emocional a lo que hacemos. Docentes apasionados, padres y madres apasionados, políticos apasionados por el bien común y por evitar el gruis de la corrupción prefiriendo el rojo pasión del servicio a los demás. Nos hace falta pasión. 

Pon color en tu vida, color vivo y con potencia. Échale alma a ese cuerpo hasta que el amor te haga derramar sangre por la herida de la solidaridad. Algo así nos recordaba la Madre Teresa de Calcuta: “Ama hasta que te duela”. Si no duele, debe haber poco amor. 

Aunque lo leas hoy, lunes santo, quiero decirte que fue escrito el viernes de dolor en Gran Canaria, en la Sede de Cáritas de Escaleritas. Oyendo el murmullo de atenciones sociales y gestiones solidarias, en aquel mundo tan desagradable como necesitado de pasión por los demás. No comimos carne, pero pusimos pasión a aquel encuentro con quienes viven con pasión el servicio caritativo y social en el Sáhara Occidental. 

Mi abuelo llamaba “encarnado” a lo que yo digo rojo pasión. No hay amor más encarnado que el de Dios hecho hombre. O sea, al Cristo que dijo que nadie tiene amor más grande que el de quien entrega la vida. 
Mi abuelo hablaba bonito.

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