«NOS PRECEDE LA REALIDAD»


La realidad nos precede. Nos vemos sorprendidos por lo concreto. Aquí y ahora, en este momento en el que escribo y tú me lees, se juega todo. En lo concreto que experimentamos está todo. No podemos estar despistados esperando un futuro que no ha llegado, ni añorando un pasado que ya no es ni volverá. Lo fundamental está delante, ahí, con la concreción de lo presente. Y es ahí donde se juega la esperanza. Lo otro es mera espera. 

La esperanza alimenta la asunción de lo presente con una fuerza renovada. La esperanza es una virtud de presente, como todas las virtudes. Es fuerza para el camino. El gran paradigma de la esperanza fue el patriarca Abraham. Su esperar contra toda esperanza no fue un sentarse a esperar que llegara lo prometido, sino la confianza de ponerse en camino asumiendo los riesgos de un presente. De su presente. Así son todas las personas a las que contemplamos como esperanzadas. Lo que llama la atención es la radical forma con la que asumen su tiempo presente. Como si se tratara de un optimismo trascendente. 

Más allá de cualquier situación concreta en la que podemos estar momentáneamente apagados por múltiples motivos, hay una tristeza radical que nace de heridas en la libertad. Aunque lo disimulemos con alternativas festivas un poco narcotizadas, hoy sufrimos una tristeza social que choca con lo que conviene a la vida humana. Lo que hacemos lo hacemos en la espera de hacer otra cosa que nos alegre, como a la espera de un fin de semana, o unos días de vacaciones, o algo que no ha llegado aún. Lo que hacemos en cada momento es lo que debe encender motivos de alegría. No podemos vivir a la espera. Pero si podemos vivir con esperanza. Y esa fuerza no mira a lo que vendrá, sino a lo que está entre nuestras manos en cada momento. Solo disfrutará de un fin de semana quien disfrutó de los días de la semana. Solo disfrutará de verdad de unas vacaciones quien disfrutó de los meses de trabajo. No podemos perder el tiempo viviendo días intrascendentes a la espera de algo mejor. Aprender a asumir con alegria el presente lo llaman esperanza. 

Vale, muy bien, ¿pero dónde se adquiere o se compra esa virtud de presente llamada esperanza? Siento decir que no se puede buscar en un lugar extraordinario y distante. No; pues aunque está muy cerca solo se la puede acoger y recibir. El día que amas lo concreto presente, brota, de repente, la alegría que genera la esperanza. Es como el síntoma que verifica que me he encontrado de verdad. Que ya no estoy perdido. Que me da la posibilidad de disfrutar de lo que tengo delante. Descubrir lo real como un don hermoso. Como algo bueno y verdadero. 

Quienes han escuchado el testimonio del evangelio de Jesús y se han dejado conquistar el corazón con su profunda verdad, saben que la alegría verdadera es posible. Esa alegría que llega como una sorpresa de presente. Como una experiencia que nos precede. Es la esperanza. 

La cuaresma es también esperanza.

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