«ES POSIBLE AMAR AL ENEMIGO»


No se puede. Cuando las heridas son tan profundas, no se puede perdonar. Y si se perdona, es imposible amar a quien se revela como enemigo y adversario. Así razona un porcentaje muy elevado de conciudadanos, de personas que habitan en este mundo. Y, como muestra, los dramas bélicos que azotan la geografía de nuestro mundo. Sangre y dolor como efecto del enfrentamiento, de la dinámica de la violencia que no se permite no devolver el mal con mal. Y hasta a quienes hemos escuchar en el Evangelio el mandamiento nuevo que Jesús nos propone, de amar al prójimo sea o no amigo, nos cuesta asumirlo fuera de las celebraciones litúrgicas en las que se proclama. Amar al enemigo parece un imposible. 

Y lo cierto es que nosotros, por nosotros mismos, no podemos. Ni tú ni yo. No digo solo perdonar al enemigo y adversario, a veces cuesta perdonar al familiar que aprovechó la circunstancia para verse favorecido en una herencia, o para asumir que lo que dijo lo dijo en un momento de exaltación, pero que, en el fondo, aquellas palabras ya no son la expresión de su pensar. Si lo dijo, lo dijo y borrón para toda la batalla. ¡Cuántas heridas tenemos en la memoria de nuestra biografía social! No podemos olvidar los daños sufridos y, por nosotros mismos, no podemos perdonar, disculpar, ni podemos amar al enemigo. 

Este jueves santo es la momento de hacer memoria de que si Él pudo, nosotros podemos. Pudo sentarse a la mesa con quien lo vendía por treinta monedas. Pudo recibir un beso de amistad finjida en medio de su arresto. Pudo mirar con cariño y compasión cargando una cruz injusta y pudo despedirse de este mundo muriendo en medio del perdón a sus verdugos. Disculpándolas por desconocer la verdad de lo que hacían. Si Él pudo, en comunión con Él, nosotros perdemos. 

Por eso es tan importante celebrar la Eucaristía y comulgar el don sagrado de su vida en cada misa. Porque es Él el que lo hace posible. Vamos a comulgar, no porque seamos capaces de amar al enemigo, sino precisamente porque no somos capaces. Para serlo es por lo que comulgamos. 

Si no puedes, Él lo puede hacer posible. Y solo se puede demostrar desde la experiencia. Y, lo crean o no lo crean, soy testigo de esa posibilidad tantas veces repetida frente a este ministerio que no merezco y que nace en aquella cena última de amigos y de traidores. Quien nos lo cuenta estuvo al pie de la cruz. Le vio morir haciendo aquella oración tremenda: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. No sabemos lo que hacemos. Pero tenemos disculpa. 

Este Jueves Santo nos ofrece la oportunidad de reconocer que es posible amar al enemigo. 

Este tema, como tantos otros, apela a los platos de lentejas. Que como todos saben, el que quiera saber si es o no verdad lo que les dijo, que las tome o que las deje. Es la apelación a la experiencia la que sirve de cámara de demostración del realismo de un amor hasta ese extremo. 

Feliz Semana Santa.

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