La Carta de la Semana (5/10/2018): «70 AÑOS DESPUÉS DE UN TEXTO»

Resultado de imagen de declaración universal derechos humanos«Caramba, qué bien te encuentro».

Así suele comenzar el saludo de dos personas que hace una larga temporada que no se han visto. Para los más sutiles y perspicaces la expresión les resulta sinónima a algo así como «oye, a pesar de la edad que tienes y de todos los procesos médicos por los que has pasado, sigues estando bastante bien». Normalmente lo evidente no necesita ser expuesto. Si se expresa es porque ya no es evidente. Creo que cuando nos saluden así, temblemos por el discurso que subyace a tal saludo. Porque cuando escuchamos eso a los 50, cuando menos nos sorprende: «Debo aparentar más edad de la que tengo». Pero si se escucha a los 70 años, entonces creo que suena de forma distinta.

Este año celebraremos el 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 en su Resolución 217 A (III). Se trató de un ideal normativo común para todos los pueblos y naciones. 70 años después, ¿podremos saludarla adecuadamente? «Caramba, qué bien te encuentro» u «oye, a pesar de la edad que tienes y de todos los procesos bélicos por los que has pasado, a pesar de seguir sin ser reconocida por todos, a pesar de todo, sigues estando bastante bien».

Este próximo aniversario, como quiera que lo saludemos, lo importante será que sepamos estar a la altura de lo que significó aquel acontecimiento ratificado hace tres cuartos de siglo. La civilización humana alcanzó una estatura, fruto de múltiples circunstancias, no todas positivas y dignas, de la que no sería oportuno descabalgarnos. Y es cierto, por evidencia de la experiencia, que subimos con mucha dificultad a lo alto de una montaña y, por contraste “para abajo las piedras ruedan” y, sin duda, con escasa dificultad.

Me parece que sería oportuno volver a la letra de la declaración. En no pocas ocasiones he oído hablar del espíritu de la Declaración a quienes no han olido de lejos una lectura sosegada del texto de la misma. La amnesia colectiva termina por hacer decir a las instituciones lo que no dicen, sino lo que nos gustaría que dijera. Volver a la letra y al espíritu, nunca al espíritu sin la letra. El texto es la expresión de un esfuerzo milenario, intercultural, pluralista y razonable que necesita ser leído con la frecuencia de cada generación.

No nos debe liberar de este esfuerzo el cómodo desarrollo de otros derechos de segunda, de tercera y hasta de cuarta generación. Generaciones que no siempre han hecho evolucionar la aplicación de aquellos magistrales derechos, sino que los ha olvidado bajo apariencia de subrayar unos olvidándose de otros. Volver al texto y reconocer su estatura de civilización. Fueron la expresión de milenarias tradiciones de culturas esforzadas por sentarse a una mesa de diálogo cordial y razonable. Aquel esfuerzo de sabiduría no puede ser olvidado.

Nos debería hacer sonrojar la facilidad con la que llenamos la boca con elocuentes expresiones de reconocimiento genérico de los Derechos Humanos, mientras en las políticas sociales, económicas y culturales nos los pasamos por los arcos de nuestras propias derrotas. Los Derechos necesitan ser protegidos, aplicados, desarrollados… claro que sí, pero nunca olvidados, ocultados, manipulados. Creo que hay efemérides que nos deben servir para volver al texto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No estaría mal que antes de que lleguemos al 10 de diciembre podamos decirnos a nosotros mismos que hemos empleado 20 minutos para volver a leernos su Declaración.

No es evidente que 70 años después se encuentren tan bien como deberían encontrarse. Y de este examen de conciencia colectivo, el compromiso de volver, al menos por una vez, a su texto escrito, a su letra.

Juan Pedro Rivero González
@juanpedrorivero

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