La Carta de la Semana (17/11/2016): "RECONOCER Y FELICITAR"


Una de las asignaturas pendientes de nuestro sistema educativo ha sido la educación de la mirada. Miramos la realidad, pero nos cuesta ver en ella cuando hay de constructivo y reconocer cuando es ocasión de bien y de crecimiento personal. La mirada ante la realidad es fundamental para ubicarnos adecuadamente en ella. Las relaciones interpersonales, el uso de los bienes materiales, entre otros aspectos, supone una adecuada manera de asirnos de la realidad. Tentados de dominadores y dueños o de sujetos perfectos, a las cosas y a las personas tendemos a poseerlas, a controlarlas, y de ese modo no nos dejamos impregnar del bien que la realidad encierra y que sólo descubre una mirada atenta y agradecida.

Es normal que llame la atención lo extraño o extravagante. El lunar nos hace fijar la vista en ese trozo oscuro de la piel ajena o propia. Pero siempre hay más piel que el estrecho diámetro del lunar. Y si no miramos bien, la crítica, la burla, la palabra hiriente suele ocupar el primer puesto en nuestro lenguaje. Los otros se convierten en rivales, en estorbos, en… lunares. Y lo cierto es que en cada persona, situación o cosa hay un bien para nosotros. Todo encierra un bien que hay que contemplar con una sabiduría renovada. Estoy convencido de ello porque me creo aquellas palabras en relación al Autor de la realidad que dicen que “… vio que todo era bueno” (Gn 1, 31). Para mirar así hay que educar la mirada.

¿Por qué nos cuesta tanto reconocer el bien del otro? ¿Por qué nos resistimos tanto a la hora de felicitar, agradecer, apoyar, empujar, elogiar…? ¿Porque no hay nada que reconocer o porque el lunar nos impide ver la claridad amplia y hermosa de la piel? No vemos cuando miramos. Conocemos las cosas sin re-conocerlas. No nos dejamos mirar por el regalo de la realidad que nos construye.

No hay que ser ingenuo. Hay cosas que mejorar, que corregir, que superar. Pero uno puede empeñarse en pellizcar y eliminar el lunar consiguiendo que sufra y sangre toda la piel. Los hijos necesitan el reconocimiento y la felicitación de sus padres, los alumnos de sus profesores, los compañeros de trabajo de sus responsables. La propuesta estimulante y propositiva es siempre un camino más oportuno que la represión y la negativa valoración. Ya sabemos que nadie hace todo bien, en todo y siempre. Pero todos hacen muchas cosas bien, y buenas para nosotros.

Incluso en el corazón del amor humano que fundamenta el matrimonio debe existir un amplio espacio para el reconocimiento y la felicitación si queremos que no se agote el arrullo del amor. Felicitemos a los demás. No nos avergoncemos de elogiar al otro. No se nos arrugue la mirada.

Felicidades, queridos lectores…

Comentarios

  1. Muy buen artículo o carta ¡preciosa! D. Juan Pedro. Que Dios le guarde. Un abrazo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario