La Carta de la Semana (19/10/2016): "LA TERAPÉUTICA ARTESANÍA DEL PERDÓN"


Solemos escuchar: “El que la hace, la paga”. Una forma popular y sencilla de mostrarnos la importancia de la justicia. Una manera de reconocer los efectos de un mal comportamiento que siempre tiene consecuencias y exige la responsabilidad del reconocimiento y la reparación. Pero, a pesar de su verdad, actualmente la justicia se ha dejado de vestir con las galas del perdón y la misericordia. Y esto hasta el punto de disfrazarse de venganza. Porque quien la hace la paga…, hasta la última migaja del pan que se comió… Pero la salud de una sociedad civilizada no la construye más que la terapia del perdón. Una sociedad capaz de administrar el perdón es una sociedad humana. Y lo mismo ocurre en las distancias cortas de la vida personal. Sin capacidad de perdonar no se sana el mal por dentro.

El próximo domingo estoy invitado a la celebración de unas bodas de plata matrimoniales. Unos amigos cumplen algo más de 25 años de casados y han decidido renovar sus votos. Todo un ejemplo de constancia en la decisión. Un gesto solemne y público de una renovación que ha de hacerse a diario, con la terapéutica terapia del perdón. Porque sin esa divina capacidad una pareja no es capaz de cumplir, no digo 25 años, ni siquiera los dos primeros cargados de mieles y amores románticos. Como no hace mucho nos recordaba el Papa Francisco, sin estas tres palabras no se sostiene matrimonio alguno: “Permiso, gracias, perdón”.

Perdonar es un verbo que nos ofrece la posibilidad de comenzar de nuevo cada mañana. De liberar nuestro interior de las arrugas que producen los descuidos y las malas decisiones. Perdonar es dejar caer lastre, peso, sacos de arena llenos de roces cotidianos, para que se eleve el globo de la existencia y nos posibilite contemplar la realidad desde la altura de la grandeza humana. Perdonar es la capacidad divina del Todopoderoso, que en ello manifiesta su poder y su grandeza. Perdonar no es olvidar, sino recordar con la memoria purificada y sana, curada por el bálsamo sabroso de la misericordia y la compasión. Perdonar es una posibilidad dichosa.

El amor verdadero “todo lo perdona, (…) no lleva cuenta del mal, no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad”. Porque amar es una decisión. Y si queremos que no sea el amor un mero concepto abstracto, hemos de vestirlo de perdón.

Comentarios

  1. Entrañable y preciosa carta, D. Juan Pedro. Que duda cabe que con este tipo de publicaciones está ¡Haciendo mucho bien! El Señor se lo pagará -es buen pagador- Que Dios le guarde y un abrazo.

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